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Bibliotecas públicas y bibliotecas escolares: una perspectiva de
cooperación
 

Las relaciones entre la educación y el texto.

Uno de los rasgos esenciales del sistema de educación en Occidente ha sido su estrecha relación con el libro: desde Grecia hasta hoy es imposible pensar el proceso educativo sin el texto. En la Edad Media, el comentario del texto constituyó el centro de las actividades de estudiantes y maestros. La biblioteca del convento, tal como la ha descrito por ejemplo Umberto Eco en El nombre de la rosa, está en el centro de la formación, en la medida en que recoge los ejemplares únicos de la sabiduría. La biblioteca garantiza la conservación del patrimonio cultural y es al mismo tiempo una biblioteca educativa.

La aparición de la imprenta permitió una expansión del mundo del libro y el auge de las bibliotecas universitarias. El desarrollo de las sociedades democráticas y la generalización de la lectura estimulada por los conflictos religiosos derivados de la reforma cambio el contexto de la biblioteca y llevó a la apertura de la biblioteca pública. [1]En países como los Estados Unidos, la biblioteca pública aparece ante todo como un servicio que permite a sectores de la población que no han pasado por el sistema escolar, que no han desarrollado un habito de lectura o no tienen recursos para sostenerlo, el acceso al libro. Esto se ve como una necesidad democrática, en una sociedad en la que, aunque la mayoría de la población aprende a leer y escribir, pocos tienen recursos y hábitos para formar una biblioteca privada. Mientras tanto, las instituciones escolares no universitarias[2] desarrollan lentamente sus bibliotecas propias, y la escuela primaria se apoya esencialmente en un conjunto reducido de textos que normalmente son aportados por el alumno. [3]

En Colombia, las primeras bibliotecas son de conventos, colegios y universidades, y de la biblioteca del colegio de los jesuitas surge, a finales del siglo XVIII, la primera biblioteca abierta al público, que sería luego la Biblioteca Nacional. Sin embargo, el sentido de estas instituciones no corresponde a los nombres que hoy les damos. La biblioteca nacional fue pública en el sentido de que no se requeriría ser miembro de una corporación educativa para entrar a ella, pero en la práctica era una biblioteca de uso muy restringido, patrimonial y de investigación.

Hasta la década de los treintas, la biblioteca escolar (no universitaria) es prácticamente inexistente, y es también inexistente la biblioteca pública. Ambas surgen en forma paralela. Por una parte, en algunos colegios en los que se promueven formas nuevas de educación (sobre todo bajo la influencia de Montessori y Decroly) se considera conveniente establecer una pequeña biblioteca que complemente los textos escolares, que siguen siendo aportados por el estudiante. Por otra parte, a los casos aislados de biblioteca pública hasta entonces generados en uno que otro municipio, añadió el gobierno, sobre todo después de 1935, un esfuerzo sistemático que invita a todos los municipios a tener una biblioteca, concebida como herramienta de apoyo a la escuela y  como instrumento de formación democrática de la población que está por fuera de ésta

A pesar de que los proyectos culturales de los gobiernos de los años treinta tienen cierta claridad y desarrollan acciones como la Biblioteca Aldeana de Colombia, la revista Rin Rin y la colección Samper Ortega, que se envió, con otros libros como la colección infantil Araluce, a la mayoría de los municipios colombianos, solo unas decenas de bibliotecas se establecen en forma adecuada, y pronto el gobierno nacional abandona sus esfuerzos por promover la biblioteca pública y la biblioteca escolar, con excepción de los colegios nacionales y las normales superiores, que desarrollaron entre 1930 y 1970 bibliotecas de algunos miles de ejemplares. [4]

El siguiente esfuerzo en pro de bibliotecas públicas y escolares se a comienzos de los años sesenta, con  participación de la OEA, se elaboraron los programas que debían hacer parte de La alianza para el Progreso. Como muchos recordarán, la Alianza para el Progreso era un programa impulsado por los Estados Unidos que, con el eterno objetivo de frenar la amenaza subversiva, pretendía modernizar nuestras atrasadas sociedades, promover la democracia, estimular el desarrollo cultural y científico, disminuir la desigualdad social, distribuir la tierra, crear universidades con profesores de tiempo completo y mucha investigación y tantas cosas que le interesaban al imperialismo en esos tiempos, tan distintos a los de ahora. En este campo concreto, los norteamericanos creían que era importante transformar las atrasados servicios de bibliotecas, para hacerlos públicos y populares. La visión de la biblioteca escolar se trasladó en forma algo mecánica, sin muchos cambios, de la experiencia internacional. Según el documento de la OEA que recoge el plan de la Alianza para el Progreso sobre bibliotecas, “Los libros y los las bibliotecas constituyen instrumentos fundamentales para el mejoramiento de los medios y servicios de educación, así como para la ciencia, la cultura  y el progreso económicos y social de América. Latina”. La visión de las bibliotecas adoptada define dos objetivos principales:

a)      “proporcionar materiales de lectura que complementen el texto” y

b)      “sentar las bases para la educación formal e informal continuada del individuo”.  

Los asesores del proyecto trataron de establecer en forma aproximada el estado de las bibliotecas públicas y escolares del país: teníamos una nación analfabeta en un 50% y era urgente “incrementar el número de lectores entre aquellos que actualmente no saben leer”. Se calculaba que en la población entre 15 y 24 años sólo el 3.% eran lectores capaces de leer con fluidez. Solo el 6% de los alfabetas leían libros; o sea el 3% de la población, y el  7% de escolares leían libros a su disposición. Las cifras presentadas por el informe de 1963 nos permiten hacer algunas comparaciones con la situación actual

Estadísticas  Básicas de Bibliotecas Escolar, 1969 y 2002 

 

1960

2002

Población

14000000

   42000000

Estudiantes

  1980000

   7000000

Estudiantes Universitarios

     26000

800000

Vols en Bib. Nal.

   400000

600000

Vols en Bib. Pub.

   591000

4500000

Vols en Bib. Escolares

   174000

6000000

Vols en Bib. Universitarias

   590000

4000000

Total vols

 1755000

15100000

 

 

 

Vols en BN por hab

0,03

0,01

Vols en BP por hab

0,04

0,09

Vols en BE por est

0,09

0,86

Vols en BU por est

22,69

5,00

Vols total por hab

0,13

0,36

Como puede verse, en los cuarenta años que han pasado el número de volúmenes por habitante en las bibliotecas públicas se duplicó, mientras que, en un proceso callado y sin mucha planeación, los volúmenes en las escuelas crecieron en más de 30 veces,  de manera que aunque el número de estudiantes se multiplicó por más de tres, cada estudiante dispone hoy de nueve veces más libros que hacia 1960. [5]

Este crecimiento, de todas maneras, es insuficiente y todavía en el país no existe siquiera un libro por cada alumno; además, estamos contando aquí sobre todo textos escolares, que probablemente constituyen más del 60% de este acervo. Algunos otros momentos en el proceso de desarrollo de una política sobre bibliotecas escolares pueden mencionarse: en 1968 el Seminario sobre Bibliotecas Escolares recomendó que hubiera una biblioteca en cada escuela y que se llegara a 10 volúmenes por estudiante[6] (Ni el mejor colegio público de Bogotá los tiene hoy, y en promedio en esta ciudad, que es la que está mejor en el país, el número de libros, incluyendo libros de texto y libros generales, es de 2.5 por estudiante), y que hubiera un profesor bibliotecario.  En 1972 se inició el programa de Bibliotecas Público-Escolares de Colcultura. No es fácil saber cuál es la lógica de este proyecto ni cual fue su impacto real: cuántas bibliotecas se establecieron, dónde y con que tipo de colecciones, y cuál fue el público que las utilizó. Una evaluación de Irma Isaza y Marta Valencia confluyó que "los resultados obtenidos confirman mucho más la función de la biblioteca como complemento de la educación formal..."  No alcancé a revisar este documento, y estoy transcribiendo una cita de Silvia Castrillón, que se apoya en su diagnóstico para indicar que hay una incompatibilidad entre las funciones como biblioteca pública y como biblioteca escolar.[7] A mí, por el contrario, me parece que la incompatibilidad entre ambos tipos de biblioteca no es tan grande, pero de esto hablaré más adelante. Por no haber leído la evaluación, no se cuales son los defectos detectados, aunque me imagino que para la época estas bibliotecas no debían ser buenas ni un sentido ni en otro: debían ser bibliotecas pobres de recursos, y lo que quizás se entendía como biblioteca escolar era la sumisión a la función de guardar, repartir y prestar textos. Poco después, en 1976, el gobierno hizo una nueva reforma que creó los Centros Experimentales Pilotos, en los cuales debían estar las bibliotecas núcleos del sistema escolar.[8] En 1978 Bogotá creó el SIMBID, que, después de un comienzo prometedor, impulsó un crecimiento relativamente desordenado de las bibliotecas escolares en la ciudad, y creó algunas bibliotecas públicas, unas en espacios propios y otras vinculadas a establecimientos educativos. A partir de 1979 y con el apoyo de la OEA el Ministerio de Educación desarrollo un nuevo Programa Nacional de Bibliotecas Escolares, que pretendió desarrollar, a comienzos de los años ochentas, una red de bibliotecas de núcleo, cerca de 900, que debían atender a varios planteles cada una.[9] También sabemos que la terminología  del Center of Resources, que probablemente reflejó, al adoptarse hacia 1969 en los Estados Unidos, la transición hacia nuevos formatos y las ilusiones tempranas de los audiovisuales, era ya usada en 1982 por algunos colegios y hacia parte de la estrategia formal del Programa Nacional de Bibliotecas Escolares[10]. Fue muy notable el Programa de Fortalecimiento de Bibliotecas Públicas y Escolares de Medellín, desarrollado por la Consejería para Medellín y la Biblioteca Piloto en 1993 con recursos de la AID, y que constituyo uno de los grandes hitos cuantitativos de este proceso, al adquirir cerca de 200.000 volúmenes de libros generales para 19 bibliotecas públicas y escolares. Este proyecto era también encabezado por una biblioteca pública, pero se hacía dentro del discutido modelo de estimular la prestación de servicios de biblioteca pública por las bibliotecas escolares y viceversa. Las colecciones se compraban ante todo para bibliotecas de colegio, que se comprometían a abrir sus puertas al publico (lo que usualmente no se cumple: solo creo que ha funcionando exitosamente en el caso del Liceo Independencia, porque el diseño arquitectónico tuvo en cuenta esto y porque el manejo de la biblioteca que atiende el Liceo y el Barrio se entregó a Comfenalco, una entidad de  calidad y capacidad excepcional). En 1995 el departamento de Antioquia reorganizo su sistema de bibliotecas. Es significativo que siguiera usando la terminología de bibliotecas público-escolares[11]: hablaba de que había que “apoyar el desarrollo socio-cultural de la población a través de la organización y dirección de la Red Departamental de Bibliotecas Público-escolares y Casas de la Cultura.” [12]

En todo caso, la segunda mitad del siglo XX puede caracterizarse en Colombia por un crecimiento gradual, aunque insuficiente, del sistema de bibliotecas públicas, y por un crecimiento cuantitativamente mayor, pero todavía más insuficiente, de las bibliotecas escolares, donde se partía de bases tan bajas que crecimientos muy débiles cambiaban los indicadores en forma notable, enmascarando la realidad: son aún excepcionales las instituciones educativas que tienen una verdadera biblioteca. En efecto, si aceptamos las cifras de 1963, las bibliotecas escolares pasaron de tener un libro por cada 10 estudiantes a tener 6 libros por cada diez estudiantes, aunque probablemente 4 de estos son textos. En el sector público surgieron, en los cincuentas, la Biblioteca Pública Piloto y la Luis Ángel Arango, y en los ochenta y noventa la Red del Banco de la República y la red de bibliotecas de las Cajas de Compensación, que iniciaron la transformación del panorama de las bibliotecas públicas colombianas. Esto es importante, porque de alguna manera el cambio que se está dando en las bibliotecas escolares de Bogotá, el sistema educativo más dinámico del país, se apoya sobre todo en un diseño derivado en buena parte de la experiencia de estas redes de biblioteca. Aunque el crecimiento cuantitativo de las colecciones aparentes de las bibliotecas escolares es mayor, el desarrollo institucional y la capacidad de diseñar servicios de las bibliotecas públicas ha avanzado en forma mucho más real, al menos en las que hacen parte de los tres sistemas aludidos. Por eso no es casual que el sistema de BIBLIORED, que es un sitio de enlace, un sistema en alguna medida híbrido entre bibliotecas públicas y las escolares, haya sido diseñado en sus detalles operativos por Gloria Palomino, directora de la Biblioteca Piloto por casi dos décadas, y por Lina Espitaleta, directora de la BLAA en los años en que se creo la red nacional de bibliotecas del Banco de la República.

La experiencia internacional

 

El desarrollo de las bibliotecas públicas y escolares en los países avanzados ha estado caracterizado en términos generales por un avance paralelo y complementario. Mientras las bibliotecas públicas normalmente se desarrollaron para atender a una comunidad ajena a la comunidad escolar, e hicieron énfasis en las funciones democráticas y de educación continuada, la biblioteca escolar fue desarrollándose como una biblioteca de contenido general que servía de instrumento esencial de la formación educativa, en la medida en que el desarrollo de la lectura compleja se fue convirtiendo cada vez en uno de los ejes de la educación. El texto del estudiante tenía la función de guía para el aprendizaje directo de conocimientos, mientras que la biblioteca servia para generar hábitos de lectura, mediante el acceso a la literatura y la lectura recreativa y ofrecía un conjunto de oportunidades para el desarrollo de los conocimientos complementarios de los estudiantes: era la oportunidad para el desarrollo del gusto por el conocimiento científico y para dominar los mecanismos de búsqueda de información, que harían parte del instrumental intelectual para cualquier estudio universitario y para todo ejercicio profesional que requiriera la actualización habitual del conocimiento.

Los criterios anteriores condujeron a que en los países anglosajones y escandinavos la biblioteca escolar se convirtiera en el núcleo del proyecto educativo desde la primera mitad del siglo XX, mientras que en Francia o España el proceso, que se aceleró a partir de la segunda mitad del siglo con el auge de pedagogías activas y constructivistas, se encuentra aún en un nivel intermedio. La relación entre los sistemas de bibliotecas públicas y la biblioteca escolar ha seguido distintos caminos: en algunos países, como Suecia o Dinamarca, los dos sistemas trabajan en forma muy estrecha y a veces comparten sus instalaciones [13] En formatos más radicales, en unos pocos sistemas educativos se ha hecho el esfuerzo por eliminar el texto y reemplazarlo por el mundo abierto de las bibliotecas, los audiovisuales y las redes de información. [14]

En los años recientes, la UNESCO ha expresado el consenso de los sistemas avanzados de bibliotecas públicas y escolares, con las diversas declaraciones en las que se resumen las funciones de estas instituciones. El Manifiesto de las Bibliotecas Escolares declara que los objetivos de estas entidades son

1) Apoyar y promover los objetivos educacionales señalados en la misión y el curriculum de la escuela.

2) Desarrollar y sostener en los niños los hábitos de lectura y aprendizaje y el uso de bibliotecas a lo largo de sus vidas.

3) Ofrecer oportunidades para experiencias de creación y uso de información para el conocimiento, la comprensión, la imaginación y el disfrute

4) Apoyar a todos los estudiantes en aprender y practicar las habilidades de evaluar y usar información.

5 Dar acceso a recursos locales, regionales, nacionales y globales y exponer a los estudiantes a ideas, experiencias y opiniones diversas

6 Organizar actividades que estimulen la conciencia y la sensibilidad social y cultural

Por su parte, las funciones del Manifiesto de Bibliotecas Públicas de UNESCO de 1994 señalan, entre otros, los siguientes objetivos para este tipo de entidades:  

1.      Crear y consolidar hábitos de lectura en los niños

2.      Prestar apoyo en la educación, tanto individual como autodidacta

3.      Brindar posibilidades para el desarrollo personal creativo

4.      Estimular la imaginación y creatividad de niños y jóvenes

5.      Fomentar conocimiento del patrimonio cultural

6.      Facilitar acceso a las artes

7.      Fomentar el dialogo intercultural

8.      Prestar apoyo a la tradición oral

9.      Garantizar a ciudadanos acceso a información de la comunidad...

10.  Prestar servicios de información a empresas, asociaciones y grupo

 

Se trata de objetivos que en parte se superponen, pero se separan ante todo en relación a las tres últimas funciones citadas, que buscan apoyar el de desarrollo de la vida comunitaria: el mantenimiento de las tradiciones culturales orales, el acceso de los ciudadanos a información comunitaria (que ante todo debe permitir la formación que permita el ejercicio de las funciones democráticas de los ciudadanos) y el préstamo de servicios de información que apoyen las actividades económicas y sociales de grupos empresariales y comunitarios.  En lo demás, en lo relativo al grupo de edad escolar, a los jóvenes de 7 a un poco más de veinte años, las funciones son similares.

 

La experiencia colombiana 

Si miramos la situación colombiana, encontramos que las bibliotecas públicas reciben un público que está compuesto en su mayoría por personas que están recibiendo su formación escolar. Aunque no existen estudios publicados muy precisos del público de estas bibliotecas, podemos tomar algunas referencias. De los 2.5 millones de usuarios anuales de la Luis Ángel Arango, aproximadamente medio millón son estudiantes de primaria y secundaria, 1.5 millones son estudiantes universitarios y medio millón son personas que están por fuera del sistema escolar. (Población adulta, de más de 25 años, y que en su mayoría ha recibido formación superior: algunos son profesores universitarios o investigadores). Por las informaciones disponibles, la proporción de estudiantes de escuela primaria y secundaria en las demás bibliotecas públicas del país es mucho mayor, y la proporción de lectores adultos es menor.[15] Esto refleja una realidad histórica y social: el desarrollo del alfabetismo es un hecho reciente en el país, y por otra parte el sistema escolar no crea aún hábitos permanentes de lectura. Como lo ha mostrado la encuesta reciente de hogares, los estudiantes usan el libro mientras van a la escuela, y solamente los que pasan por la Universidad adquieren un hábito permanente de lectura. Como los grupos de edad de mayor edad tienen una proporción muy baja de personas con estudios universitarios o incluso secundarios completos, no son muchas las personas con hábito o incluso capacidad de lectura fluida. La rapidez del proceso de expansión del sistema educativo colombiano, por otra parte, hace que la casi totalidad de la población en edad escolar esté hoy asistiendo a la escuela, mientras que en otras cohortes el número de años de escolaridad sea muy bajo. De este modo, en el momento actual, de una población alfabeta de 30 millones de más de 7 años, 8 millones tienen vínculo con el sistema escolar, unos 3 millones han hecho estudios universitarios y otros 5 millones han terminado bachillerato.

Para tomar otros datos, la encuesta sobre uso de bibliotecas y lectura muestra, al extrapolarla a la población total que aproximadamente el 20% de la población va a bibliotecas, públicas y escolares: son casi los mismos ocho millones que hacen parte del mundo escolar. El público no escolar está compuesto por una población adultas que en su gran mayoría ha pasado por la universidad.

Las cifras existentes no permiten mayores precisiones sobre estos hechos, pero es obvio que la mayoría de los asistentes a las bibliotecas van a bibliotecas escolares, que se componen esencialmente de textos escolares. Los que van a las bibliotecas públicas son también, lo sabemos, en más del 80%, estudiantes, incluyendo a los universitarios.[16] Los patrones de uso son conocidos: una gran parte de los visitantes van a las bibliotecas a realizar tareas escolares, que forman dos universos analíticamente diversos:

1.)    Las tareas relativamente rutinarias, en las que los profesores encargan a los estudiantes responder unas preguntas (que en el argot escolar reciben el nombre de investigaciones) simples, que se cumplen copiando unas páginas de un libro o enciclopedia, fotocopiando material en alguna revista, etc.

2.)    La lectura complementaria a los trabajos de clase, para la realización de trabajos de investigación o para desarrollar los conocimientos del estudiante, muchas veces como resultado del interés que éste desarrolla por un área del saber. Esta forma de lectura es significativa solo en el nivel universitario.

A pesar de lo anterior, la visita a la biblioteca pública es, para muchos de los estudiantes, la oportunidad para descubrir o consolidar el universo de la lectura, en todas sus formas: recreativa, formativa, complementaria al estudio, etc. Buena parte de los lectores, en ciudades como Medellín, descubrieron este gusto en la Biblioteca Piloto, y en Bogotá en la Luis Ángel Arango. Muchos de los visitantes escolares, por supuesto en mayor proporción entre los universitarios, van a estas bibliotecas a buscar textos literarios o materiales sobre sus aficiones e intereses personales, o que mejoran su conocimiento del país: conforman el público que usa la biblioteca realmente como una biblioteca pública.

La presencia de ese elevado número de niños que van a la biblioteca a hacer tareas escolares ha producido una gran incomodidad entre los bibliotecarios, y la legítima preocupación por el verdadero sentido de las bibliotecas públicas. Para algunos, más críticos, las bibliotecas públicas han perdido en buena parte su perfil, se han convertido en bibliotecas escolares, o están desperdiciando sus recursos al destinarse fundamentalmente a atender tareas académicas[17]. Algunos artículos nos pueden mostrar algunas de las variantes de ésta visión. Didier Álvarez Z, Adriana María Betancur, Luis Bernardo Yepes[18], afirman que las bibliotecas públicas "se ha convertido en un lugar donde principalmente se resuelven tareas escolares". En su opinión, los bibliotecarios y las bibliotecas son responsables de esto, por intentar atender a todo el mundo, hacerlo todo, lo que genera una dispersión que afecta la calidad de los servicios. La idea de los autores es que bibliotecas publicas en América Latina deben concentrarse en el apoyo al desarrollo y el uso de información para el conocimiento y el desarrollo de ciudadanía, ideas que cobijan bajo los términos un poco exóticos de "capitalizacion, inteligenciación y ciudadanización" que los autores toman de una autora venezolana. En esencia, lo que debe hacer la biblioteca es "informar para que el ciudadano produzca conocimiento válido para él y su entorno" y plantean una lista de cinco funciones básicas, casi todas las cuales giran alrededor del concepto de información.. Se quejan de que en relación con el sector educativo, se han limitado a apoyar tareas, pero no a promover al lector como "lector activo".[19] .

Analizar estos comentarios es difícil, pues el artículo no presenta mucha información factual, y no identifica ejemplos claros de las tendencias que critica. Es muy probable que la gran mayoría de las bibliotecas públicas, sobre todo las más pequeñas del continente, sean sitios donde ante todo niños van a hacer tareas y esto es sin duda negativo. Pero sería contradictorio criticar a esas bibliotecas, que se reducen a atender una insatisfecha demanda escolar y no hacen casi nada más que ayudar a hacer tareas, por “intentar hacerlo todo”. Por ello, parece más coherente pensar que la crítica se dirige ante todo a bibliotecas relativamente avanzadas como la Biblioteca Pública Piloto, la Biblioteca Nacional de Venezuela o la Luis Ángel Arango, que atienden al mismo tiempo publico adulto, investigadores y estudiantes universitarios y población escolar. Sin embargo, en la medida en que la mayoría de su publico no es de niños y jóvenes escolares, no es tan claro que se aplique a estas entidades la crítica de ser centros para la realización de tareas, aunque sin duda prestan ese servicio. Yo comparto, en general, su crítica a las bibliotecas que se llenan de textos escolares y se dedican ante todo a apoyar el repaso de las tareas, y estoy de acuerdo en que esto constituye un abandono de la función real de la biblioteca pública, pero creo que un análisis real de lo que hacen las bibliotecas de algún nivel en Colombia-las redes de la Biblioteca Pública Piloto, las bibliotecas del Banco de la República, o las de Comfenalco, Cafam o Colsubsidio no permitiría concluir que se han convertido ante todo en bibliotecas para hacer tareas escolares.

Por otro lado, las propuestas sobre la función propia de las bibliotecas públicas me parecen excesivamente restrictivas. Aunque es evidente que hay que definir las líneas de las bibliotecas locales con base en la experiencia local y no en las definiciones internacionales, estas sirven para recordar algunas funciones pertinentes en nuestro medio. Para mi, la más importante es la promoción de oportunidades para el desarrollo de las habilidades de lectura compleja y crítica, del hábito y el gusto por la lectura. Esto obliga a las bibliotecas a ofrecer a sus lectores un conjunto de materiales que hace muy importantes los elementos de la lectura de placer, que los autores parecen considerar menos importante. Por otra parte, la formación de las capacidades de lectura crítica, en mi opinión estrechamente asociada con el desarrollo de las calidades de la ciudadanía democrática, se debilita con una biblioteca que no es  rica en colecciones literarias, filosóficas, históricas y científicas, tanto en el campo de las ciencias sociales como el de las ciencias naturales. La ciudadanía tiene que ver ante todo con la existencia de una información compleja y pluralista sobre los principales problemas sociales, económicos y políticos, sobre la historia y la cultura del país y esta función se desarrolla ante todo con la existencia de una colección rica y variada, capaz de responder a las inquietudes de los lectores. Aunque considero muy útiles las salas de información a la comunidad, y creo que toda biblioteca pública debe desarrollar estos servicios, que tienen que ver ante todo con trámites y relaciones con instituciones de la ciudad, no son en mi opinión los que definen o configuran una biblioteca para el desarrollo de la ciudadanía, y por lo tanto no deben constituir el objetivo prioritario de las bibliotecas públicas.

Silvia Castrillón: en un artículo muy bien elaborado en sus argumentos generales, “Bibliotecas Públicas y Bibliotecas Público Escolares”, reitera la conveniencia de la  independencia de bibliotecas públicas y escolares y dice cosas pertinentes y acertadas sobre las relaciones entre bibliotecas patrimoniales, públicas y universitarias. En esencia, su artículo esta dirigido a criticar dos tipos de instituciones. Las bibliotecas publico-escolares, creadas con la intención de atender simultáneamente el publico escolar y el publico general (bibliotecas situadas en colegios que se abren a la comunidad, sobre todo, pero también bibliotecas creadas por fuera de la institución escolar para atender estudiantes y de paso dar alguna atención al público). Estas bibliotecas publico-escolares, que existen en algunos departamentos del país, usualmente son solo bibliotecas escolares, y su carácter público nunca se ha desarrollado: los problemas de horarios y de inventarios han hacen casi imposible que una biblioteca de colegio se abra al público, preste libros, haga actividades de las que son típicas de las bibliotecas públicas. No tengo duda de que son generalmente malas bibliotecas escolares y comparto su rechazo a este modelo. Pero lo que critica con mayor énfasis Silvia Castrillón son las bibliotecas que han sido creadas como bibliotecas públicas, tienen  recursos adecuados para desempeñar esta función, y se dejan invadir por los escolares, generalmente a consecuencia de la inexistencia y la debilidad de las bibliotecas escolares.[20] Todos conocemos algunas bibliotecas que corresponden a esta descripción. Pero el único ejemplo que da el artículo no es, en mi opinión, apropiado ni pertinente y aquí estoy en desacuerdo con Silvia Castraron: "Veamos el ejemplo más patético de esta invasión: la Biblioteca Luis Ángel Arango. Es evidente que esta biblioteca no fue construida ni dotada para satisfacer un público escolar. Es evidente que sus recursos superan en mucho la función escolar, y es evidente que podría ser una biblioteca pública excelente y prestar servicios a diferentes tipos de comunidad, desde el más sofisticado grupo elite de investigadores hasta los usuarios desprevenidos que irían en busca de una lectura recreativa o de una información puntual. En ella se encuentran los mejores recursos bibliográficos de la capital. Sin embargo, esta biblioteca a es utilizada en un 80% por escolares. Cualquier análisis económico podría muy baja calificación a este desperdicio de recursos". Desafortunadamente, los comentarios se detienen aquí, y resulta difícil saber en que se apoyan: si algo caracteriza a la Luis Ángel Arango es prestar servicios a diferentes tipos de comunidad, y no es claro por qué recibir un grupo de niños escolares que hacen tareas, y que no representan más del 10 o 15 % de los lectores en la Luis Ángel Arango, afecte la lectura recreativa, la búsqueda de información o el trabajo investigativo. Según Silvia Castrillón, el dilema es “o se atiende un publico escolar en detrimento de una población mayoritaria que no tendrá acceso a la cultura escrita o se separan los dos sistemas". Este dilema tiene mal los adjetivos: la población escolar es hoy la población mayoritaria en el grupo de edad respectivo, la que configura gradualmente la parte mayoritaria de la población adulta, la que compone la inmensa mayoría de la población lectora y la que tiene los elementos previos para acceder a la cultura escrita. Y es un dilema en el cual una de las opciones esta calificada en forma negativa sin razones claras: no es evidente que el hecho de atender a los jóvenes que van al colegio o la universidad sea algo que excluya la población mayoritaria. [21]

En mi opinión, este es un dilema falso, que llevaría lógicamente a considerar que la estrategia más conveniente en el país es que las bibliotecas más desarrolladas rechacen o excluyan a los lectores jóvenes, a los que aún están en el sistema educativo, mientras se busca como desarrollar simultáneamente dos sistemas independientes: el de las bibliotecas públicas, con lectores adultos ante todo, y el de las bibliotecas escolares. El dilema, además, se apoya, más que en la consideración de la orientación y los servicios de las bibliotecas, que es lo pertinente, en definir el carácter de las bibliotecas por el tipo de público que reciben: si está en edad escolar o no.

Yo creo, por el contrario, que lo más conveniente en Colombia es desarrollar el sistema de bibliotecas públicas con base en algunas de las experiencias que hasta ahora se han realizado en el país, en estrecha cooperación con el sistema escolar, pero haciendo un esfuerzo decidido para evitar la utilización de la biblioteca pública como biblioteca de tareas. El problema, en esta perspectiva, no estaría en el hecho de que los jóvenes que asisten a la escuela o la universidad formen la mayoría del público de las bibliotecas públicas, lo que me parece natural y conveniente, sino en lo que hagan allí: en que este público use las bibliotecas para hacer tareas y no para tener acceso a la lectura de placer, para complementar los conocimientos que adquiere en la escuela, para desarrollar aficiones, y para adquirir la información que les permita actuar como ciudadanos críticos y participativos.

El hecho de que un porcentaje elevado de usuarios esté conformado por este público no tiene por qué excluir a los demás sectores del público: los artesanos, obreros y empresarios que buscan información sobre sus actividades laborales y realizan una forma de educación continuada, los adultos aficionados a las lecturas literarias o históricas, las personas interesadas en aprender más sobre cocina o el arreglo de automóviles. Este sector del público, por supuesto, debe crecer en la medida en que las generaciones actuales, habituándose al uso del texto en sus funciones culturales, educativas e informativas, mantengan la costumbre de usar las bibliotecas públicas para buscar la información y las lecturas que requieren. Una medida obvia del éxito de estas bibliotecas llenas de jóvenes es que los conviertan en lectores para el futuro, es que creen el público adulto que será usuario de la biblioteca pública, es que con el paso del tiempo una proporción cada vez mayor de sus lectores sean adultos.

El problema central de estas bibliotecas–que los jóvenes vengan a hacer tareas rutinarias- proviene, más que de su orientación o de lo que hacen ellas mismas, de un factor externo: de que el sistema escolar del país sigue un modelo pedagógico bastante arcaico. Como se trata de una educación en buena parte oral, en la que los niños oyen lo que dice el profesor y tratan de aprenderlo, y en la que el único libro es el texto, que usualmente se lee para memorizar, los niños no desarrollan hábitos de lectura independiente ni dominan las estrategias para la búsqueda de información. Como los docentes son conscientes de las debilidades del sistema, tratan de mejorarlo con actividades que denominan de investigación, y que consisten en obligar a los estudiantes a una visita a una biblioteca pública a obtener información sobre un asunto concreto. El niño llega a tratar de conseguir el dato que le pidieron, la biografía breve que debe leer, la lee apresuradamente o hace una fotocopia, pero la tarea asignada no desarrolla ninguna relación real con el libro, la biblioteca o las estrategias de búsqueda de información. Esta situación hace urgente buscar el cambio radical del modelo educativo, para convertir la biblioteca en eje del trabajo en las escuelas, y muestra que la trasformación de fondo debe comenzar es en la escuela.

Por supuesto, esta transformación no puede lograrse con simples exhortaciones: las bibliotecas públicas desempeñan un papel esencial, al mostrar los beneficios de las buenas bibliotecas para los procesos de formación de los niños y jóvenes, y para ello es importante que existan buenas bibliotecas en todo el país, lo que hoy no ocurre. Y ante la opción de a) separar los públicos, y dedicar la biblioteca pública a atender sobre todo a la población adulta, y crear un sistema de bibliotecas escolares adecuado o b) desarrollar un sistema en el que la biblioteca pública continúe atendiendo al público escolar, pero tratando de modificar el uso que se hace de ellas, mientras se estimula en forma simultánea el desarrollo de un sistema de bibliotecas escolares y se impulsa el cambio del sistema escolar, yo creo que lo lógico es adoptar la segunda alternativa. Las razones para ello son varias:

1.      Para crear un público no escolar en las bibliotecas, la mejor estrategia es atender la población en edad escolar actual, pues tiene herramientas y motivación mejores que la población adulta, que tuvo muy poca escolaridad. Por supuesto, las bibliotecas deben buscar atender a las amas de casa, los desempleados, los artesanos y obreros. Sus colecciones deben estar diseñadas para que estos grupos encuentren allí el material que deseen y requieran, y los sistemas de servicio deben darles todas las facilidades para usar estos materiales, incluyendo rigurosamente el sistema de préstamo de libros. Pero me parece que un esfuerzo especial por reemplazar jóvenes estudiantes por adultos, buscando atraer estos últimos sectores con programas especiales, sería poco productivo y utilizaría un nivel muy elevado de los recursos de personal existentes, con pocas probabilidades de ganar un volumen significativo de lectores. [22]

2        La experiencia, la capacidad de diseñar colecciones y servicios de calidad se ha ido conformando en Colombia, por razones históricas y sociales locales, ante todo en las bibliotecas públicas de cierta magnitud. En mi opinión, el servicio de biblioteca pública en la Piloto, en Comfenalco y algunos otros sistemas de las cajas de compensación, y en la red del Banco de la República, tiene una calidad razonable. Todas estas bibliotecas han sido consistentes en el desarrollo de colecciones no escolares, propias de bibliotecas públicas, bien balanceadas, que responden a las necesidades del público general. Algunas han desarrollado servicios de muy buena calidad de información a la comunidad, como Comfenalco, o programas de extensión cultural que refuerzan la atracción del público e impulsan la relación entre los escritores y el público, como la Piloto. Soy pues, menos crítico de lo que han hecho estas bibliotecas, y creo que este modelo de servicio, que no excluye a los escolares pero hace esfuerzos para frenar el trabajo en tareas, debe ser el que se adopte para desarrollar un sistema nacional de bibliotecas públicas.[23]Además, los indicadores de uso existentes indican que en general la proporción de usos de la biblioteca que es diferente a la hechura de tareas es ya dominante. Los usuarios de la Biblioteca Piloto, como lo mencioné antes, son en un 50% adultos, y en la Luis Ángel Arango, aunque el 60% de los lectores son jóvenes de 18 a 25 años, no vienen ante todo a hacer tareas, aunque sin duda el perfil de los usuarios de domingo y de ciertas horas al final de la tarde incluye un número aún elevado de jóvenes que van a hacer lo que les ordenó el profesor: ojalá estas visitas ofrezcan oportunidades para que se infecten con el virus de la lectura.[24] Finalmente, la experiencia de estas bibliotecas puede ser clave para generar colaboración con las bibliotecas apoyadas por los sistemas educativos: un ejemplo de esto fue el diseño del sistema de Biblored, en parte creado a partir de las experiencias de la Luis Ángel Arango.

3        Los programas de bibliotecas públicas realizados por el gobierno dentro de un modelo relativamente clásico, orientados por los sectores culturales del Estado más bien que por los sectores educativos, han sido poco eficientes. Ni Colcultura ni el Ministerio de Cultura han dado verdadera prioridad el desarrollo de un sistema o red nacional de bibliotecas, e incluso han dejado a la Biblioteca Nacional en una condición de relativo desamparo, obligada a trabajar con las uñas. La red de bibliotecas públicas debe también tratar de cumplir heroicamente sus funciones con un mínimo de recurso, y por ello en la práctica este programa se ha debido limitar a unas pocas actividades –donación de libros, algunos cursos y publicaciones-, sin que exista nada que se parezca a una verdadera red de bibliotecas públicas. En el sector cultural del Estado, lo que interesa es ante todo el espectáculo o el evento cultural más que procesos de largo plazo como el desarrollo de los hábitos de lectura de la población. Incluso los nuevos centros culturales apoyadas por el Ministerio de Cultura han dejado a la biblioteca un espacio ínfimo. Además, las políticas culturales, en el nivel nacional, son muy difusas y poco consistentes: en el gran Plan Nacional de Cultura para 2001-2010 que acaba de publicarse, nada claro se dice sobre lo que se hará con las bibliotecas, aunque a la Biblioteca Nacional se le ofrece autonomía pero no recursos reales.

4        Los sistemas escolares son los verdaderos interesados en un sistema de bibliotecas públicas. Aunque las bibliotecas más grandes tienen un público fiel de usuarios, ni los políticos ni la comunidad han dado alta prioridad a la dotación de bibliotecas públicas. Es cierto que en los últimos años algunos departamentos y municipios (Norte, Valle, Cesar, Villavicencio) han hecho esfuerzos serios para construir bibliotecas con buenas especificaciones arquitectónicas, pero usualmente esto se ha hecho sin mucha claridad acerca de la función de la biblioteca ni de los requisitos y exigencias para su funcionamiento: algunas se han inaugurado y se han cerrado en forma inmediata. Sólo entre los administradores escolares, entre los maestros, un poco entre los padres de familia, existe la conciencia vaga y difusa de la importancia de un sistema de bibliotecas que apoye la formación de los escolares. Creo que la necesidad de diseñar un modelo diferente al actual para mejorar la calidad de la educación puede convertirse en la fuerza que impulse verdaderamente el mejoramiento de las bibliotecas públicas. A la larga, de lo que se trata no es de que la biblioteca pública trate de cambiar su publico de estudiantes por el publico no estudiantil, por miedo a ser invadida por la gente que busca el texto y hacer una tarea puntual, sino de que la escuela cambie su modelo y crea que lo importante no es que sus estudiantes se aprendan un texto sino que lean libros: cambiar el texto por los libros, cambiar el aprendizaje de lo que dice el profesor por la experiencia de la biblioteca, en todos los campos. En un modelo extremo, lo ideal sería un modelo educativo en el cual la educación estuviera centrada en libros y computadores más que en textos escolares y la palabra del profesor.

5        Este proceso de cambio del papel de la biblioteca solo ha comenzado hasta ahora en Bogotá, pero los resultados, todavía incompletos, son muy esperanzadores. Desde hace seis o siete años la Secretaría de Educación empezó a revalorar el papel de las bibliotecas, y en un esfuerzo por mejorar la calidad definió como prioritario el desarrollo de un sistema adecuado de bibliotecas. En forma coherente con la experiencia del país, prefirió dar énfasis inicialmente a la consolidación de un sistema de bibliotecas públicas, que ya se ha completado: hoy 10 bibliotecas conforman BIBLORED, un modelo en mi opinión excelente de servicio. De modo razonable, y contra las tentaciones rutinarias y las presiones de mucho maestro y padre de familia, se excluyeron radicalmente de estas bibliotecas los textos: son bibliotecas públicas para un público esencialmente escolar. En forma paralela, el distrito ha empezado a rediseñar su sistema de bibliotecas escolares.[25] El estímulo dado por la concepción y construcción de las grandes bibliotecas del sistema se va a reflejar en las líneas para la biblioteca escolar. En el punto en que estamos, existe un modelo que se anuncia como exitoso e incluye un sistema de bibliotecas con una amplia oferta, graduada y escalonada, de servicios integrados, un total de más de un millón de títulos y cerca de tres millones de volúmenes. Existe una biblioteca de referencia, con colecciones patrimoniales y científicas importantes, que es la Luis Ángel. Esta biblioteca sirve de respaldo a 20 bibliotecas de tamaño medio, con un total de cerca de 300.000 volúmenes, con colecciones de tipo general, que deberán consolidar su orientación como bibliotecas públicas pero manteniéndose inscritas en la idea de atender sobre todo al sector escolar, así estén abiertas a todos y busquen atender otros sectores de la comunidad. Estas bibliotecas, por sus colecciones y servicios, sirven de complemento al esfuerzo educativo. Allí van los estudiantes a ampliar sus conocimientos, a hacer lectura recreativa, a informarse sobre el deporte o sobre los problemas de la ciudad o el país. Allí existen excelentes servicios de información sobre la ciudad, desde información sobre trámites hasta estudios sobre los problemas urbanos. Sin embargo, no podrían atender la demanda que exigiría una verdadera modificación en el modelo escolar. Hoy BIBLIORED recibe 25.000 personas por día, y en momentos críticos, como el martes santo, logró atender cerca de 45.000 personas. (No sobra recordar que en 1998 las mismas bibliotecas atendieron 12.000 personas por día[26]) En todo caso Bogotá tiene más de un 1.2 millones de estudiantes no universitarios, más del 80% de su población entre 6 y 18 años. Sobre la base de una visita quincenal promedio, debería poder atender casi 100.000 usuarios al día. Esto solo puede hacerse, y esto lo está descubriendo rápidamente la ciudad, con buenas bibliotecas escolares. El hecho de haber desarrollado un sistema público exitoso, y con la ventaja de que ha sido una iniciativa del sector escolar, obligará a tener biblioteca escolares, que van a requerir para el apoyo de la biblioteca pública. Hoy el distrito tiene casi 2.000.000 de libros en las escuelas, pero más de la mitad de estos libros son textos, que deberán ser desplazados por el libro general, por obras literarias, de ampliación de conocimientos y de referencia. El distrito está actuando en esta línea, y si he comprendido bien el documento sobre bibliotecas escolares que cite antes, el eje del esfuerzo que viene estará orientado a desarrollar bibliotecas sin textos en todas las instituciones educativas: el sistema de compra, muy eficiente, de las vitrinas pedagógicas, se está reorientando para que una proporción cada vez mayor de los libros que se adquieran sean distintas a los textos, y en estos tres últimos años un poco menos de medio millón de volúmenes diferentes a los textos de clase fueron añadidos a estas bibliotecas. Así pues, el sistema deberá tener, en las escuelas, una biblioteca, con una colección básica de orden general, y un sistema de bibliotecas de aula o bibliobancos para los textos escolares: creo que la separación de los textos de la biblioteca es esencial para mantener la claridad de sus funciones y permitir a los estudiantes descubrirlas.

  1. La atención de un número elevado de escolares me parece que tiene gran importancia en términos de equidad social: hoy la diferencia fundamental en el acceso a la universidad, en la aprobación de los exámenes de Estado, la da un factor de clase: la existencia de un adecuado hábito de lectura, que se crea fundamentalmente en los hogares de clases medias y altas. La existencia de una buena red de bibliotecas públicas permitirá a grupos sin acceso al libro mejorar sus perspectivas de competencia escolar. Y dado el esfuerzo requerido, atraer un grupo elevado de niños no escolarizados implicaría descartar como usuarios un número mucho mayor de jóvenes escolarizados.

 

En resumen, que hacer, para donde coger? 

Mi propuesta podría resumirse en unas pocas líneas:

    1. Las bibliotecas públicas deben asumir con claridad su responsabilidad hacia el sector educativo, y reconocer que allí tienen su público por excelencia. No debemos tener mala conciencia por estar llenos de niños, pero sí si estos vienen y gastan su tiempo contestando tareas insulsas.
    2. Las bibliotecas públicas no deben hacer concesiones al modelo educativo del dictado, la tarea informativa y el texto escolar. Si deben atender sobre todo a estudiantes, deben tener claro que son bibliotecas y no lugares para hacer tareas. Deben ofrecer un abanico amplio de opciones de lectura y consulta, que busquen ofrecer a los estudiantes oportunidades para su desarrollo cultural, para estimular su placer de leer, su autonomía para la lectura de textos complementarios a sus estudios. No deben temer la molestia de los docentes porque no se haga una biblioteca que simplemente conteste las preguntas que estos pueden hacer a sus estudiantes: los profesores serios saben que la buena formación requiere ante todo que los estudiantes se vuelvan lectores autónomos y entusiastas, y esto no ocurre cuando van a la biblioteca a fotocopiar la respuesta a una pregunta. Y los profesores rutinarios, los que ponen estas tareas, no importan en el largo plazo.
    3. El reconocimiento de que el público mayoritario es el escolar no debe implicar ninguna exclusión de los públicos alternos. En mi opinión esto no crea problemas en términos de la conformación de las colecciones: la colección para el público general es exactamente la misma que tenemos que ofrecer al público escolar. Por ello, los artesanos, los desempleados, encontrarán allí lo que requieren y las bibliotecas deben atenderlos, a veces incluso con un énfasis mayor que a los escolares. Los mismos materiales atractivos y llamativos, los libros ilustrados, las colecciones de video y música, servirán para sustraer al niño de su encargo escolar y para invitar al adulto a usar la biblioteca-
    4. Las bibliotecas públicas deben colaborar estrechamente con la escuela y con la biblioteca escolar. La experiencia de las bibliotecas públicas es clave para diseñar la colección escolar. En Bogotá se han generado, en una interacción entre la diversas bibliotecas de Biblored, varias listas básicas que permiten diseñar colecciones mínimas de buena calidad.  Esas listas son claves para bibliotecas escolares que probablemente tendrán entre 1000 y 2000 volúmenes, que buscarán tener en la escuela lo de más uso y estimular la visita a las bibliotecas intermedias o a las megabibliotecas para buscar los demás materiales. Es igualmente importante el apoyo en la formación de docentes.[27]  El esfuerzo que están haciendo las bibliotecas del distrito para convertir los colegios de su entorno en socios permanentes de su trabajo me parece que será a la larga muy productivo.
    5. En términos de estrategia de promoción de las bibliotecas, el apoyo a las bibliotecas escolares, la orientación para que dejen de ser también bibliotecas de tareas, debe estar acompañada de un esfuerzo por ganar el respaldo para el uso del libro no escolar por parte de maestros, directivos de la educación, funcionarios del Ministerio y las secretarías de educación. Los recursos de estas entidades, comparados con los del Ministerio de Cultura son inmensos: la secretaría de educación del Distrito de Bogotá tiene un presupuesto total que debe ser al menos 40 veces el del Ministerio de Cultura y la inversión en bibliotecas públicas, no escolares, que hizo el Distrito en los últimos tres años, es al menos 10 veces superior a la que el Ministerio de Cultura en todo el país. Seguir pensando en un sistema de bibliotecas públicas financiado por el sector de cultura del gobierno nacional es irrealista, y los aportes significativos del nivel central, surgirán, estoy seguro -como se anuncia ya con el caso de algunas bibliotecas regionales, como la del Valle o la Piloto- del sector educativo.

 

Pero esto no es simple oportunismo, ir a donde está la plata. Las razones son, como lo he señalado en varias ocasiones, que todos los usos significativos del libro en el proceso de formación del individuo se apoyan, en nuestra sociedad escolarizada, en el papel esencial del texto escrito, no importa que esté sobre papel o eventualmente en un computador, para contribuir a la preparación del joven para convertirse en un ciudadano culto, informado, participativo, crítico, y con alternativas de recreación más complejas y enriquecedoras que las que ofrecen las alternativas predominantes en la sociedad de consumo. Si en vez de preocuparnos por que las bibliotecas públicas estén colonizadas por niños y jóvenes intentamos colonizar el sistema escolar desde las bibliotecas públicas con un modelo alternativo basado en el libro y el computador podemos hacer algo significativo por la educación y la cultura del país, y seguramente contaremos con el apoyo de padres, estudiantes y maestros para convencer a las autoridades de que hay que invertir en libros y bibliotecas, no solo, como se alega ahora con frecuencia, porque la cultura sirva para promover el desarrollo y la paz y para sacarlos de la pobreza, cosas que pueden ser ciertas pero en el fondo son bastante discutibles, sino porque la cultura le ayuda mucho a un país para combatir un mal tan grave como los demás que padecemos: la bobada. 

Jorge Orlando Melo
Bogotá, abril de 2002.
Congreso Nacional de Lectura, 5°, 2002, Bogotá, Publicado en Memorias 5 Congreso. Formación de lectores: escuela, biblioteca pública y biblioteca escolar, Bogotá, Fundalectura, 2002.

Anexo: Cooperando con el Ministerio de Educación 

Como en este texto se defiende darle prioridad en la estrategia de las bibliotecas públicas a su relación con el sector educativo y buscar formas de cooperación con las secretarías de educación y el Ministerio de Educación, vale la pena subrayar las dificultades de esto. La experiencia de la LAA, si vemos el esfuerzos de montar una biblioteca virtual con el Ministerio de Educación y algunos colegios son buena muestra de que tan difícil es a veces lograr algo, pero también, si consideramos el resultado de siete años de trabajo con la Secretaría de Educación del Distrito, que tan importante es lo que puede lograrse. En 1995 la biblioteca le propuso al Ministerio de Educación desarrollar una gran página de materiales educativos en Internet, en la que se incluyera todo el material colombiano que pudiera pensarse era de importancia para la lectura y consulta de docentes y estudiantes: normas legales, programas pedagógicos, manuales escolares, cartillas de ampliación, textos de divulgación científica, textos literarios, etc. La biblioteca asumía todos los costos de equipo y mantenimiento de las redes, así como de diseño y puesta en la red de la documentación: el ministerio podía concentrarse en seleccionar y entregar los contenidos de esta enciclopedia virtual a la Biblioteca. Yo repetí la oferta personalmente a todos los ministros entre 1995 y 1999: en todos los casos la oferta de la biblioteca se aceptó con gran entusiasmo, y se anunció que desde el día o la semana siguiente empezarían a llegar los disquetes con el material que debíamos poner en la red, o los textos para digitalizar. Nunca recibimos nada, a pesar de que el Ministerio en algún momento alcanzó a imprimir, en puro papel, cerca de 10000 volantes para anunciar el sitio de la página de la biblioteca virtual donde estaría el material que nunca se remitió. Un segundo ejemplo, fue la oferta, reiterada desde 1997 a centenares de colegios, de dar espacio gratuito para que tuvieran una página en la página de la Biblioteca. La última vez que hicimos esto fue en el año 2000, cuando enviamos un correo a todos los colegios del país cuya dirección electrónica pudimos encontrar, reiterando que estábamos dispuestos a desarrollar páginas virtuales para cada colegio que quisiera, asumiendo nosotros todos los costos de computación y publicación: el colegio podía enviar los materiales en formato digital o sobre papel, entregar las páginas diseñadas o no, etc. Su página, por supuesto, podría trasladarse a un servidor independiente en el momento en que esto fuera posible o conveniente. Alcanzamos a tener conversaciones concretas con cuatro o cinco colegios, todos privados, que se interesaron, pero no hubo nunca un solo proyecto en marcha. ¿Porque fracasó esto? Una razón probablemente tiene que ver con el horizonte temporal de las administraciones escolares. En 1995 prácticamente ningún colegio público del país tenía conexión a Internet, y el Ministerio no tenía urgencia; además probablemente sentía que perdía control de su página futura cediendo material a terceros; sobreestimaba también la velocidad y los costos con los que diseñaría y alimentaría su página.. Para nosotros se trataba de pensar que, por ejemplo, con cinco años de trabajo conjunto podíamos tener por encima de 200.000 páginas de texto en la red, justamente para poder ofrecer a los colegios, en el momento en que se conectaran, una oferta de materiales pedagógicos amplia y pertinente. Mientras tanto los colegios privados, muchos de cuyos estudiantes tenían Internet en la casa, con mayores recursos, tendieron a pensar en la conveniencia de una página propia, que usualmente se demoraron dos o tres años en tener, y esto hizo menos interesante una oferta que lo único que hacía era ofrecerles un espacio de experimentación informática para docentes y estudiantes y una anticipación de dos o tres años en la publicación de la página. Para los colegios públicos el problema era otro: la falta de interés en tener una página que ellos mismos no podían, en general, ver. Aunque desde 1998 abrimos la sala de Internet, que era entonces de consulta gratuita, y un año después Maloka abrió su sala, no había en el país mucho sitio donde los jóvenes de los colegios públicos pudieran trabajar y ningún colegio estaba dispuesto a entregar su único computador conectado a Internet, si lo tenía, para los juegos de un grupo de muchachos y profesores interesados. Pero creo que habríamos ganado tiempo de alfabetización informática....


 

[1] He desarrollado con mayor amplitud algunos argumentos de esta conferencia, en otros textos: "Importancia de la lectura (y la literatura) para la educación y la formación de los niños y el desarrollo social" (Medellín, 1993), en
http://jorgeorlandomelo.com/importancialectura.htm
; "Libros, televisores y computadores: viejas y nuevas tecnologías de la lectura (Abril de 1997)", en http://jorgeorlandomelo.com/librostelevisores.htm; "Bibliotecas y Educación" (Bogotá,. 1998) http://jorgeorlandomelo.com/bibliotecasyeducacion.htm; "Las bibliotecas públicas colombianas: ideales, realidades y desafíos", http://jorgeorlandomelo.com/biobliotecaspublicas.htm (Bogotá, 2001) y "Bibliotecas y Calidad de la educación" (Medellín, 2001).

[2] A lo largo de esta conferencia, al hablar de bibliotecas escolares nos referiremos, salvo excepciones necesarias, a las bibliotecas de las instituciones de educación no universitaria. Las bibliotecas universitarias tienen otras funciones y condiciones, y resulta inadecuado mezclarlas para estos análisis.

[3] Aunque las primeras bibliotecas escolares en Estados Unidos surgen hacia 1830, solo con la llamada “escuela nueva” promovida a comienzos del siglo XX por educadores como John Dewey, con su énfasis en el aprendizaje activo y autónomo de los alumnos, se hace general la idea de que la biblioteca es un elemento indispensable, o incluso central, de la comunidad educativa.

[4] Una serie de documentos sobre la historia de los esfuerzos de los gobiernos de los años treintas para promover las bibliotecas ha sido reunida por, Lectura Popular y República Liberal. (Edición policopiada, .s.f., s.n.).

[5] Marieta Daniels, , Bibliotecas Públicas y Escolares en América Latina. Washington, Unión Panamericana, 1963. p 112, ss. Por supuesto, es muy probable que las cifras de volúmenes en bibliotecas escolares estén subestimadas. Sin embargo, lo que probablemente explica este crecimiento rápido es la expansión del sector público, cuyos estudiantes dependen menos del texto propio. No hay que olvidar que la mayoría de los volúmenes reportados por las bibliotecas escolares son textos de clase.

[6] Colombia. Ministerio de Educación Nacional. Sección de Servicios Bibliotecarios, Seminario sobre bibliotecas escolares para inspectores nacionales de educación : 11 a 22 de enero de 1968. Bogotá: Ministerio de Educación, 1968.

[7] Castrillón, Silvia. “Bibliotecas públicas y bibliotecas público-escolares”, en Hojas de Lectura,  51, p. 30

[8] Prada Forero, Silvia: Diagnostico de las bibliotecas escolares de los planteles oficiales de educación media del distrito especial de Bogota,  Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 1984.

[9] Colombia. Ministerio de Educación Nacional. División de Documentación e Información Educativa Programa nacional de bibliotecas escolares : Manual de administración local, "la biblioteca escolar del núcleo" Bogotá: El Ministerio, 1984.

[10] Ver, por ejemplo, el libro de Mary Luz Isaza de Pedraza y Jorge Arturo Grisales Salazar, La biblioteca escolar como espacio de aprendizaje y promoción de la lectura Bogotá, MEN, OEA y CERLAL, 1993, una buena guía, algo prolija y repetitiva, de lo que se quería lograr con bibliotecas escolares definidas como Centros de Recursos de Aprendizaje.

[11] Seminarios Departamentales de Directores de Bibliotecas Público-Escolares y Casas de la Cultura, Secretaría de Educación y Cultura I y II, 1988 - 1990, Medellín, 1991.

[12]  La triste realidad, que contrasta con los planes, muchos excelentes, puede verse en el libro de Bernardo Restrepo y Edilma Marín Calidad y eficiencia interna de la educación en el occidente,  Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1998.

[13]  Una buena discusión de estos temas, con ejemplos de varios países europeos, se encuentra en Ramón Salaberría, Bibliotecas públicas y bibliotecas escolares: una colaboración imprescindible (Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, 1997). Sobre España, es muy interesante el libro de Kepa Osorno Iturgbe (coord.), La biblioteca escolar, un derecho irrenunciable, Madrid, 1998.

[14] Por ejemplo, Beecher Road School,  en Woodbridge, Co.

[15] La Biblioteca Pública Piloto de Medellín, sin embargo, reporta que el 50% de sus usuarios son adultos no estudiantes, pero estas estadísticas no son convincentes.

[16] Las cifras básicas sobre asistencia a bibliotecas se discuten en J. O. Melo "Habitos de lectura y uso de bibliotecas en Colombia: los resultados de la encuesta de 2000", en Hábitos de lectura y consumo de libros en Colombia, Bogotá, Fundalectura, 2001. Estos datos confirman la concentración de la lectura de libros en la población escolar y, fuera de ella, en la población que ha pasado por el sistema universitario; igualmente. La encuesta en la que se basa este libro no permite separar los datos de asistencia a bibliotecas públicas y escolares. Sin embargo, el hecho de que la biblioteca Luis Ángel Arango, que tiene la menor proporción de estudiantes de primaria y secundaria de todas las bibliotecas públicas, reciba aproximadamente un 20% de estudiantes de estos grados y un 60% de estudiantes universitarios hace pensar que en las demás bibliotecas (pese a los datos algo anómalos de la Piloto que se mencionan en otra parte) la proporción de estudiantes es aún mayor. 

[17]  Por supuesto, uno podría preguntarse si alguna vez tuvieron un carácter diferente, que justifique hablar de que lo han perdido o se han transformado: mi impresión es que antes fue todavía más fuerte la proporción de público escolar.

[18] "La Biblioteca Pública en América Latina", en Hojas de Lectura, 51

[19]  Los autores se quejan además de la adopción de modelos extranjeros en nuestras bibliotecas, y de que las bibliotecas se desvíen a actividades culturales como “exposiciones y lanzamientos de libros”, que en su opinión las alejan de su papel principal.

[20] “Bibliotecas Públicas y Bibliotecas Público Escolares”, en Hojas de Lectura, 51, p. 29-30

[21]  En la ponencia de Gloria Rodríguez para este congreso, “Cara y Cruz de las Bibliotecas Públicas y Escolares”, se afirma, en sentido general, que se han perdido para el público la biblioteca Luis Ángel Arango, convertida en biblioteca para universitarios, la Piloto, convertida en biblioteca patrimonial y las bibliotecas de las Cajas de Compensación, convertidas en bibliotecas escolares.

[22] Los artículos, como el de Gloria Rodríguez ya citado,  que proponen  un publico alterno al escolar se refieren ante todo a los niños desescolarizados, las poblaciones de desempleados, los ancianos, los artesanos y otros grupos laborales. Por supuesto, todos estos sectores deben atenderse en la biblioteca pública: la duda es si debemos reorientar los esfuerzos para atraer más personas de estos grupos, con programas especiales muy activos, para sustituirlos a los jóvenes escolares. Yo creo que sería un esfuerzo muy costoso y poco productivo, y es mejor actuar preventivamente: si durante la edad escolar atendemos bien a los niños en las bibliotecas públicas, la biblioteca será una alternativa llamativa si salen de la escuela o si pierden el trabajo. Al atender a los jóvenes en formación, se aprovecha que tienen una relación  más firme con la lectura, están en un proceso de aprendizaje, los maestros los incitan, por buenas o malas razones.. Es el momento en el que los hábitos de lectura se pueden consolidar. Están en un proceso continuo de formación, en el que lo que aprendan en la biblioteca refuerza su acción como estudiantes, y viceversa. Esto los hace continuamente mejores lectores, en un sentido técnico al menos. En ellos tiene la biblioteca la gran oportunidad para crear lectores para toda la vida. Perseguir jóvenes que hay casi alfabetizar previamente, retirando a los alfabetizados no me parece una buena idea; los demás grupos considerados tienen también limitaciones: solo una proporción pequeña de los más adultos desarrolló oportunamente el habito de la lectura. La mayoría no fueron a la escuela más de dos o tres años. La biblioteca publica tiene una oportunidad y es probablemente la única y la última, para crear un publico lector en Colombia, y es ofrecer a los jóvenes de hoy la oportunidad de ser los lectores de mañana. Hoy no podemos, sin un esfuerzo inmenso y muy costos, volver lectores a los adultos que no atendimos cuando eran niños hace 30 años; no debemos repetir el error y dejar sin adecuada atención a los jóvenes de hoy para tratar de corregir el error del pasado y hacer esfuerzos remediales casi imposibles hacia quienes nunca desarrollaron ni las habilidades ni los gustos por la lectura: de este modo en 20 años estaremos en la misma obligación de buscar mecanismos para volver lectores a los que dejamos escapar de las redes hoy.

[23] La Red del Banco de la República, en sus 20 bibliotecas,  ha hecho un esfuerzo muy consciente por desalentar indirectamente el uso de las bibliotecas para hacer tareas. no hay textos de primaria o secundaria en las colecciones, e incluso se ha reducido drásticamente la compra de textos universitarios; se ha desarrollado la llamada “biblioteca virtual”, que ofrece respuesta remota a las preguntas típicas de los profesores, para que los estudiantes puedan contestarlas sin venir a la biblioteca. Esperamos sabotear en cierto modo este tipo de tareas, pues si el profesor pregunta un dato y los estudiantes lo pueden bajar inmediatamente de la red, todos igualitos, tendrán que inventar tareas más inteligentes. Además, se hacen talleres con los docentes para que conozcan la biblioteca y se den cuenta de que enviar a los estudiantes a hacer esas tareas es una pérdida de tiempo, para que descubra  las posibilidades que ofrece para la lectura más libre y creativa, para la lectura de placer y otros usos menos rutinarios. Por último, la cooperación con el proyecto de bibliotecas del distrito de Bogotá y el desarrollo del sistema de préstamo estaban orientadas a reforzar sus servicios como biblioteca pública y reducir la visita de niños a hacer tareas.

[24] La rotación de visitantes es más baja que en las bibliotecas públicas de gran uso: un poco menos de cuatro lectores por asiento, pese a que se mantiene llena: esto supone visitas promedio de varias horas. El 75% de los visitantes responden, en la encuesta de usuarios, que vienen a la biblioteca para visitas normales de una tarde. Solo el 20% de los usuarios son estudiantes de primaria y bachillerato. La proporción de préstamos de libros de ciencias sociales o  de literatura muestra un público que ya superó la consulta breve de un dato enciclopédico para responder una tarea.

[25] Una buena indicación de esta orientación es el documento, Orientaciones para la creación y organización de bibliotecas escolares, (Bogotá, Secretaría de Educación y Fundalectura, 2002) que constituye una guía muy apropiada para la organización de las bibliotecas escolares.

[26] Simbid en 1998 tenía 25 bibliotecas con 1618 usuarios promedio al día.  

[27] Durante los últimos tres años la Luis Ángel Arango ha hecho cada año talleres para un grupo de profesores, entre 200 y 400. La mayoría de ellos nunca había estado allí, y hasta el año pasado, aunque decían que sabían manejar Internet, era evidente que nunca lo habían usado. Lo primero que oían era una invitación a “investigar” para contestar algunas preguntas. La sorpresa era total: no podían creer que alguien planteara cuestiones tan absurdas. ¡Eran los problemas recopilados por las bibliotecarias, de aquellos puestos a los niños por sus profesores!

 
 

 

 

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