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La Biblioteca Luis Ángel Arango: Un perfil contradictorio y variado
 

La ciencia moderna está construida en buena parte sobre una obsesión clasificatoria: plantas y animales se encuadran  en un rígido sistema en el que cada objeto encuentra su lugar apropiado, su género, su especie, su nombre latino. Suelos, paisajes, estructuras sociales, razas humanas, partículas atómicas, idiomas, formas del discurso: todo puede ordenarse, ponerse en pilas bien delineadas. La clasificación del mundo está acompañada por una obsesión similar: la de reunir una especie de espejo infinito de la realidad, la de crear la biblioteca ilimitada en la que se encuentren todo el saber, todos los textos, todos los libros. Borges ha evocado irónicamente esta ambición al hablarnos de la enciclopedia china, con su clasificación de los animales según los que pertenecen al emperador, los fabulosos, los innumerables, lo que de lejos parecen moscas...,  y  al evocar la biblioteca universal, aquella en la que están todos los libros existentes y hasta los posibles.  

Las bibliotecas modernas, las que frecuentamos, existen solo sobre la base de sus sistemas de clasificación, Dewey o el de la Library of Congress, que subdividen infinitamente sus categorías para poder capturar la totalidad de todos los grupos del conocimiento, las letras o las artes.  

Por su parte, las bibliotecas, que desean ordenarlo todo, no pueden evitar ser clasificadas: las hay, sabemos, patrimoniales, académicas, públicas, escolares. Y cada categoría, como es inevitable, se subdivide en otras, cada vez más finas. Los organismos burocráticos del mundo bibliotecológico, las entidades de cooperación internacional, los ministerios de cultura, las asociaciones profesionales, elaboran, en ese idioma saturado de lo que Hernando Valencia Goelkel llamaba unesquismos, los manifiestos que definen las bibliotecas académicas, públicas o escolares y señalan sus objetivos.  

Si hay alguna biblioteca que resulte difícil de acomodar en estos sistemas de clasificación es la Biblioteca Luis Ángel Arango. Según las definiciones, las bibliotecas públicas se caracterizan por atender las necesidades de la comunidad, sin pretender desarrollar colecciones especializadas ni conservar los textos que no tiene un número amplio de usuarios, documentos propios de las bibliotecas académicas, y sin preocuparse por la conservación de la producción escrita que es función de las bibliotecas patrimoniales. La Luis Ángel Arango, a diferencia de las bibliotecas públicas, forma colecciones científicas muy especializadas, como lo hacen las bibliotecas universitarias, o trata de conseguir todas las ediciones colombianas del siglo XIX, microfilma los periódicos antiguos: tiene todos los aires de una biblioteca patrimonial. Pero a diferencia de las bibliotecas patrimoniales, se llena de libros extranjeros, se preocupa por tener una buena colección de libros sobre cocina o sobre ajedrez, y permite que los usuarios se lleven los libros a su casa. Este confuso perfil inquieta e incomoda a veces a expertos que reclaman orientaciones más claras y definiciones más precisas de la “visión” o la “misión”, aunque probablemente de allí provienen muchas de las inesperadas virtudes de la Luis Ángel Arango 

Ni biblioteca pública, ni escolar, ni patrimonial, ni universitaria, pero en cierto modo un poco de todas: un perfil contradictorio, una biblioteca que desafía la mentalidad ordenada y clasificadora de los bibliotecarios.  

Creada formalmente en 1958, la Luis Ángel Arango incorporó las colecciones y la experiencia de la biblioteca del Banco de la República, abierta al público a partir de 1932 y que fue conformando una abundante colección de libros sobre temas económicos, legales y de historia de Colombia. En su nueva sede del Barrio de la Candelaria de Bogotá, la colección creció aceleradamente, y pronto se convirtió en la biblioteca más activa de la ciudad: los 360 puestos de lectura con que abrió en febrero de 1958 resultaron desde el primer día insuficientes y a mediados de la década del sesenta se formaban a sus puertas largas colas de usuarios que esperaban entrar. Nuevas expansiones en 1965 y 1990 respondieron a esta presión del público y llevaron el número de puestos de lectura más o menos a 2000,  mientras que la colección, que tenía aproximadamente 100000 libros en 1960 y había llegado a 300000 en 1990, alcanzó el millón de ejemplares en 2003. Este crecimiento estuvo acompañado de una diversificación de la colección, que dio énfasis a los materiales colombianos, literarios y universitarios y abrió una sala especializada en temas colombianos en 1965, y que en los últimos 30 años descubrió y atendió cada vez más  la demanda creciente por los temas más diversos: llegaron entonces los libros de cocina y de deportes, de artesanías y juegos, los libros de ornitología y billar, las colecciones de novela argentina y los centenares de libros de Tarzán, Agatha Christie, Tintin o Simenon. 

Aunque desde su fundación usó sistemas de clasificación relativamente modernos, a partir de 1984 siguió con más cuidado los criterios internacionales de clasificación bibliográfica. En 1990, después de un cierre de varios meses, reabrió sus salas ampliadas, sin los extensos catálogos de fichas de cartón que caracterizaban su sala de lectura: todo estaba en el sistema de administración bibliográfica por computador NOTIS. Otros proyectos –la microfilmación de la prensa colombiana del siglo XIX, la ampliación de la sala de libros raros y manuscritos, la publicación del Boletín Cultural y Bibliográfico, una revista sobre temas de historia literaria y cultural del país- confirmaron su vocación patrimonial, mientras atendía a un público más y más diverso, que estimulaba su vocación de biblioteca pública. 

A partir de 1982, además, se abrieron bibliotecas del Banco de la República en varias ciudades: eran 11 para 1992, y llegaron a 18 en 2002[1]. La Luis Ángel Arango es el núcleo técnico de estas bibliotecas regionales: realiza todos los procesos de adquisición y catalogación y orienta sus servicios y desarrollos. Desde 1995, bajo la presión de una demanda cada vez más fuerte –el número de usuarios llegaba a 7000 diarios- empezó a buscar como recibir menos lectores en sus salas, en especial los estudiantes de escuela básica que formaban ya el 30% de los usuarios y en muchos casos venían a hacer tareas escolares más o menos elementales. Ese año se firmó un convenio con la Alcaldía de Bogotá para impulsar una modernización de la red de bibliotecas de la ciudad, y se abrió la página de Internet, para que la información básica sobre el país que buscan los estudiantes pueda consultarse desde sus casas o sus escuelas: Poco a poco una página virtual llena de biografías de personajes colombianos, de artículos de historia y literatura, de poemas y cuentos colombianos, con miles de imágenes del arte, la arquitectura, la fauna y la flora del país, empieza a dar resultados[2]. En 1997 se abre el préstamo de libros, que permitiría que buena parte de la lectura la hicieran los usuarios en su casa, dejando espacio a otros en las salas de la biblioteca. La apertura de las bibliotecas de Biblored  (el maravilloso sistema de bibliotecas creado por Bogotá) en 2000 completa el proceso. Aunque para entonces el número de personas que entran diariamente a las salas de lectura es ya de 9000, lo que la convierte en la biblioteca con más usuarios presentes en el mundo, la cifra tiende a estabilizarse a partir de ese año y a disminuir gradualmente a partir de 2004. 

El préstamo de libros tiene acogida, y la biblioteca trata de ampliarlo con servicios especiales: desde 2003 existe la entrega a domicilio: es posible pedir que los libros sean entregados y recogidos en la casa del lector, y en 2004 se crea un sistema de préstamo nacional. Los habitantes de 26 ciudades, donde viven 15 millones de colombianos, pueden prestar los libros de cualquiera de las bibliotecas del Banco de la República. En forma paralela, el Banco de la República financia y apoya el desarrollo de un Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, propuesto por la biblioteca en 2002, y que ha sido orientado y coordinado por el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional, orientado a crear o reforzar unas 500 bibliotecas, y a crear una red efectiva de bibliotecas en el país, para abrir camino a los servicios del futuro, que deberán prestarse en todo el territorio nacional, a través de un sistema que convierta de hecho todas las bibliotecas del país en una sola biblioteca, enlazada por redes electrónicas y por formas de servicio que permitan a cualquier usuario la consulta de todos los elementos de las colecciones bibliográficas o de tipo similar existentes.  

Por otra parte, su consolidación técnica permite el desarrollo de varios proyectos especiales, que tienen una fuerte acogida: hoy realiza la Catalogación en la Publicación para muchas de las editoriales del país, e incluso algunas internacionales. En 1998 publica la tercera edición de la Lista de Encabezamientos de Materias para Bibliotecas (Bogota: Rojas Eberhard Editores, 1998), en 2004 pone en circulación la Lista de Encabezamientos en formato digital (LEM digital), que automatiza los procesos de consulta cruzada de estos materiales. (Bogotá, Paradigma, 2004). La Biblioteca Virtual incorpora miles de artículos sobre la historia y la cultura del país y unos 400 libros electrónicos colombianos con sus textos completos. Los servicios al público usan nuevas tecnologías: libros que leen cualquier libro en voz alta a los ciegos, lectores de microfilm que generan archivos digitales (que pueden grabarse o mandarse por correo electrónico) de los cerca de 7 millones de páginas de prensa colombiana que la biblioteca ha microfilmado, acceso a miles de revistas a través de Internet para los afiliados a la biblioteca. 

Para apoyar el desarrollo de las pequeñas bibliotecas colombianas, desde el 2001 genera una “Lista Básica para Bibliotecas Públicas” [3] que presenta una lista renovada continuamente de libros recomendados: unos 5000 títulos divididos en dos niveles de prioridad. Esta lista ha servido como núcleo de la lista del Plan Nacional de Bibliotecas. Cada año, entre 15.000 y 20.000 volúmenes se distribuyen en canje a las bibliotecas del país, y en las sucursales se realizan talleres periódicos de capacitación de los responsables de las bibliotecas públicas.  

Pero lo que crea la fortaleza de la Biblioteca Luis Ángel Arango es la riqueza y diversidad de sus colecciones, que crecen siguiendo una política precisa. Cada año entran unos 60.000 volúmenes, de los cuales entre 25 y 30.000 son títulos nuevos. Las líneas básicas buscan incluir todo lo que se publica en Colombia, gran parte de los libros de calidad, científicos o humanísticos, publicados en España, Argentina y Méjico, los libros principales sobre la historia, la geografía, la cultura y el arte de Venezuela, Ecuador, Perú, México y los demás países de Hispanoamérica, toda la literatura de valor publicada en español, y una selección de los libros de mayor interés, científico y cultural, publicados en inglés y francés. Por razones especiales –la biblioteca incluye una Sala de Conciertos y administra el Museo Botero, el Museo Numismático y el Museo y la Colección de Artes Plásticas del Banco de la República –las colecciones de libros sobre arte y sobre música se desarrollan con especial cuidado. En música, donde los servicios incluyen cabinas para audición, video y estudio, algunas de ellas dotadas de pianos, existe una colección de partituras de música clásica y folclórica que pasa ya de los 4000 volúmenes, materiales sobre música clásica y popular y una colección audiovisual de unos 20000 discos sonoros y 7000 videos.  

La biblioteca tiene 32 incunables, entre ellos el que parece el libro más antiguo existente en Colombia, de 1470, los primeros impresos realizados en el país (a partir de 1738), una colección de libros de viajes por Colombia y América Latina con varios miles de títulos, muchos de ellos con valiosas ilustraciones y grabados[4], unos 2000 volúmenes de miscelánea colombiana, más de 20.000 libros sobre historia de las artes, 22.000 títulos de publicaciones periódicas, colecciones de mapas antiguos y contemporáneos, fotografías y diapositivas, tarjetas de visita, manuscritos y documentos, los archivos diplomáticos de Estados Unidos o Francia relativos a Colombia y hasta una colección de instrumentos musicales. 

En 2005, la Biblioteca pondrá en servicio un nuevo sistema de administración bibliográfica, Absyss, en reemplazo del sólido, eficiente y venerable NOTIS, que ha estado en operación más de 16 años. Apoyada en la flexibilidad de esta plataforma técnica, la biblioteca podrá, en el futuro, integrar sus colecciones en papel y las crecientes colecciones informáticas y digitales y ofrecer cada vez más el acceso en red a sus ricas colecciones de imágenes, sonido y texto.  

Jorge Orlando Melo
Publicado en la Revista Senderos, No. 34, 2005.


[1] En la actualidad la red de Bibliotecas del Banco de la República está formada por las dos sedes de Bogotá (Luis Ángel Arango y Alfonso Palacio Rudas), las bibliotecas de: Riohacha, Santa Marta, Cartagena, Valledupar, Sincelejo, Quibdó, Manizales, Pereira, Ibagué, Girardot, Honda, Ipiales, Pasto, Popayán, Florencia, Leticia, Tunja, y los centros de documentación de San Andrés, Barranquilla, Medellín, Cali, Bucaramanga, Montería, Bucaramanga y Cúcuta. Probablemente en los años próximos los centros de documentación de San Andrés y Montería se convertirán en bibliotecas.

[2] La página virtual, que se encuentra en www.lablaa.org, se publicó por primera vez en 1996,. Y ese mismo año se puso el catálogo completo de la biblioteca en la red.

[4] La riqueza de esta colección puede advertirse en la exposición América Exótica, que exhibe en 2005 varios centenares de acuarelas, álbumes de viajeros y grabados realizados en el siglo XIX. http://www.lablaa.org/blaavirtual/exhibiciones/america_exotica/index.htm

 

 
 

 

 

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