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Bolívar: imagen histórica e imagen mítica
 

La imagen que una cultura se hace de sus figuras históricas, como la que hoy tienen los colombianos de la de Simón Bolívar, no es una imagen de la que pueda decirse inocentemente que es un retrato fiel del Libertador o una creación imaginaria de escritores, políticos o historiadores. Es mucho lo que se ha escrito sobre Bolívar, y los centenares de libros, los millares de artículos publicados, que se repiten infatigablemente y donde los lugares comunes ahogan en su hojarasca cualquier idea nueva, parecen hacer más confusa, más contradictoria y menos precisa la imagen del Libertador. Esto es así porque las figuras de los grandes conductores nacionales, creadores de Estados, dirigentes de las luchas de independencia, revolucionarios, se convierten después de su muerte en factores que influyen en los tiempos que la siguen. El héroe histórico, como el Cid, sigue ganando batallas después de su muerte, pero lo que resulta ya difícil es saber si son sus propias batallas o si simplemente ha sido puesto al servicio de nuevos ideales y nuevas luchas. 

Así, la figura de Bolívar está conformada por elementos que podrían corresponder a ese núcleo irreductible que tratan de construir, idealmente, los historiadores, cuando pretenden elaborar con la mayor precisión posible, con el más amplio respeto a la documentación y con la máxima independencia de los propios prejuicios personales, el marco histórico en el cual se desarrolló la acción del personaje. Pero a este núcleo se han añadido nuevas capas de interpretaciones, elaboradas ante todo con el propósito de utilizar la figura y las palabras de Bolívar en beneficio de las ideas y propósitos de quien hace la interpretación, del político, del publicista o del escritor que encuentra en un Bolívar mítico un conveniente paradigma, un ejemplo siempre presente, un pensador cuyas ideas pueden utilizarse para impulsar los más dispares objetivos. 

Como lo ha analizado agudamente el historiador venezolano Germán Carrera Damas, desde 1842 se intentó constituir en Venezuela una especie de "culto" oficial al Libertador, con el objeto de promover el consenso nacional alrededor de determinados programas políticos. Desde José Antonio Páez hasta Juan Vicente Gómez, o incluso hasta los mismos días actuales, el gobierno y los dirigentes políticos venezolanos impulsaron la conformación de un Bolívar adecuado para el culto, y a los historiadores correspondió escoger en la vida de Bolívar los aspectos más aptos para ello y exaltar los valores atribuibles a Bolívar, para mostrar finalmente un, Bolívar providencial, de calidades sobrenaturales, que es modelo de vida para los venezolanos y cuyos ideales políticos,, definidos un poco arbitrariamente, se imponen a una población a la que se repite continuamente que es preciso completar las tareas aún no satisfechas del pensamiento del Libertador para lograr la patria próspera y libre por la que éste luchó. 

De este modo, la historiografía venezolana tradicional, y esto puede afirmarse también para buena parte de la colombiana, ha tratado de insistir en un Bolívar señalado por el destino, que realiza por su genio individual el proceso de emancipación, y cuyas cualidades lo separan de los propios pueblos que liberó. Así, por ejemplo, se subrayan con claro racismo los orígenes familiares de Bolívar, para encontrar en sus antepasados blancos y aristócratas la clave de su personalidad. Del mismo modo se reitera cómo debió enfrentarse, no sólo a los colonialistas españoles, sino a sus propios compatriotas, llenos de ambiciones personales como sus colaboradores más cercanos, y opuestos a la independencia misma, como los grupos populares de Venezuela o los indígenas y mestizos de Pasto. Finalmente, todo lo que Bolívar logró se presenta como el resultado de su genio, y lo que resultó frustrado como el efecto de la incomprensión de sus contemporáneos. Y sus ideas sobre la unidad americana, sobre la democracia o el centralismo, sobre el destino de los pueblos americanos, se esgrimen como ideas proféticas, de validez eterna, con independencia del contexto en el cuál surgieron, aplicables a  situaciones siempre nuevas, por diferentes que sean a las que explicaron su origen. 

De este modo, puede uno ver cómo en el siglo XIX las interpretaciones dominantes de la obra de Bolívar hicieron énfasis en la figura heroica del Libertador y trataron de vincular su acción a la formulación de alternativas políticas de partido. Así, su pensamiento sobre la democracia y la autoridad, y sobre todo su actuación como dictador de la Gran Colombia y el enfrentamiento a Santander permitieron presentarlo como el antecedente e inspirador del conservatismo colombiano y enfrentarlo al liberalismo civilista y legalista de Santander. Por ejemplo, José María Samper, al analizar los orígenes de los partidos políticos colombianos, vinculó al Bolívar de la dictadura con el militarismo y el conservatismo, y señaló que alrededor del partido Bolivariano se unieron los "enemigos de la igualdad con la canalla... los propietarios de los esclavos...los hombres acaudalados...la gran masa del clero...".  

 

Ya antes Manuel María Madiedo había contrapuesto implícitamente a Bolívar y Santander, en un argumento que retomaría y ampliaría en el siglo XX Indalecio Liévano Aguirre. Para Madiedo, alrededor de Bolívar estaba "la democracia del sable, con la victoria por título", que expresaba un igualitarismo más profundo que el liberalismo legalista:

"Bajo este aspecto, la democracia guerrera del héroe de Colombia tenía más títulos a la República que las estudiadas clasificaciones de lo que entonces se llamaba el partido civil..."  

En Madiedo, entonces, aunque se sigue vinculando a Bolívar con el conservatismo, se trata de mostrar esa vertiente conservadora como más democrática que el civilismo formalista de Santander y los liberales. En el fondo, esto respondería a los efectos negativos del liberalismo -la creciente desigualdad social producida por las reformas liberales de 1848, la crisis de los artesanos, la pérdida de tierras de los indígenas- haciendo del Bolívar de la guerra un padre protector del pueblo contra la rapiña de una naciente oligarquía. 

Este planteamiento del Bolívar conservador se mantiene vigente en buena parte de nuestros escritores, y encuentra nuevas formulaciones en trabajos como el de Gilberto Álzate Avendaño, "El redescubrimiento del Libertador", donde se elogia su "estilo cesáreo", "su concepción del Estado sin partidos" y su apego a una presunta tradición nacional, enfrentada al liberalismo foráneo. 

Paradójicamente, en un momento en el que Álzate Avendaño encontraba en el fascismo la fuente de su inspiración política, veía esas mismas ideas en Bolívar y las valoraba por autóctonas; "Las promociones colombianas... no necesitaban buscar en el fascismo europeo las tesis cardinales de su movimiento, pues el ideario bolivariano suministra equivalentes autóctonos..." Con mayor moderación, pero en sentido similar, Alvaro Gómez Hurtado habla del "Bolívar contrarrevolucionario", cuando define al organizador político, y contrapone un Bolívar liberal y revolucionario, con el bagaje intelectual requerido para conducir la lucha de emancipación, a. Ese Bolívar conservador, presuntamente “realista” (a pesar de que su acción política difícilmente permite mostrarlo como ejemplo de un estadista pragmático y con percepción profunda de las realidades históricas de la región), a diferencia de los liberales “idealistas”, y que se apoya en la tradición nacional para proponer una república autoritaria, centralista, aristocrática y apoyada en el legado colonial. 

La biografía de Liévano Aguirre, uno de los esfuerzos más agudos por presentar la vida del Libertador en forma coherente, además de insistir en la "humanidad" del héroe, al relatar con delectación todas sus aventuras sentimentales, se apoya en cierto modo en la visión del Bolívar conservador pero retomando la idea de Madiedo; en el autoritarismo de Bolívar, en su obsesión por un Estado fuerte, residía un sentido democrático y popular más auténtico que en el liberalismo de los comerciantes, y de los ideólogos afrancesados del siglo XIX, que habrían tratado de organizar el país de acuerdo con máximas y principios completamente extraños a su tradición.

 

Otro ejemplo que podría darse de este intento de poner las ideas de Bolívar al servicio de proyectos políticos nuevos es el uso que se ha dado a las propuestas bolivarianas de unidad hispanoamericana. Desde que, a fines del siglo XIX, decidieron los Estados Unidos impulsar el "panamericanismo", programa político y económico claramente diferente al de Bolívar, historiadores y políticos han insistido una y otra vez en que el panamericanismo es apenas la realización de los ideales bolivarianos. Para ello es necesario ignorar u omitir la elemental información de que tal ideal se basaba en Bolívar en la idea de unir o confederar pueblos con una tradición, un lenguaje, una cultura similar, y que siempre se opuso a una liga americana que incluyera a los Estados Unidos.

 

La posibilidad de manipular la figura de Bolívar queda bien patente entonces en este caso, cuando la idea de un pacto que debía hacerse sin los Estados Unidos se convierte en la base de un sistema de alianzas basado en la hegemonía de tal nación, y se invoca en su apoyo el nombre de quien la objetaba. Por supuesto, en igual tentación caen muchos oponentes del panamericanismo o de la hegemonía imperialista de los Estados Unidos, como el historiador cubano Francisco Pividal, que presentan la oposición de Bolívar al ingreso de este país a cualquier pacto hispanoamericano, su oposición incluso a que se le invitara al Congreso de Panamá, como prueba de que Bolívar poseía una visión profética que le permitía comprender, en 1825 o 1829, el papel imperialista que desempeñarían los Estados Unidos 70 u 80 años después. Y así, cuando se cita la famosa frase de 1829 -"Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar a América de infamias a nombre de la libertad"- se omiten aquellos textos en los que la visión del país del norte es diferente: "el pueblo modelo...los primeros que nos enseñaron el sendero de la independencia", cuyos ejemplos "de gloria, de libertad y de virtud" debe imitar Colombia. Y sobre todo, se omite el contexto en el cual se escribió tal frase, cuando el Consejo de Estado de Colombia promovía, con la tolerancia de Bolívar, el establecimiento de una monarquía en Colombia bajo la protección de Inglaterra, y el ministro norteamericano en Bogotá, "a nombre de la libertad" escribía al gobierno colombiano notas recomendando, sin duda abusivamente, que se mantuviera un sistema democrático de gobierno.

 

Lo que resulta importante, desde el punto de vista del ideal histórico de interpretación de la obra de Bolívar, es que todas las interpretaciones de este tipo se basan en una metodología obvia: se trata de extraer cualquier frase del Libertador, cualquier acción, de su contexto, para convertirla en una sentencia eterna y de validez absoluta. Su mismo sentido, explicable por las circunstancias históricas en las que se dio, puede modificarse al perder toda referencia a la realidad de la época y adquirir uno nuevo por el que puedan darle generaciones futuras. Y como ante distintas circunstancias pudo Bolívar dar res-puestas diferentes, encuentran siempre los hispanoamericanos de las más diversas ideologías el texto sobre el cual apoyarse. Bolívar conservador o Bolívar "padre de las izquierdas liberales"; Bolívar panamericanista o Bolívar antiimperialista; Bolívar deísta y libre pensador o Bolívar clerical; Bolívar democrático o Bolívar dictatorial; Bolívar revolucionario o Bolívar contrarrevolucionario. Y entre tanto, se mantiene un culto oficial al Libertador, que encuentra en sus doctrinas la justificación del ordenamiento político vigente en un momento, dado, no importa cuál sea el contenido real de ese ordenamiento: los ideales bolivarianos, como insiste el escritor venezolano Cristóbal Mendoza, son de "permanente validez", y su vigor se mantendrá sin disminución durante "siglos y siglos", para permitir a nuestros países enfrentarse a las amenazas del materialismo, de los enemigos de la iniciativa privada y del espíritu.

 

Posiblemente es inevitable que una figura como Bolívar sea puesta continuamente al servicio de nuevos ideales, sea manipulada por unos .y otros para dar legitimidad a sus propias ideas. Pero es evidente que el historiador, aunque sabe que su trabajo está necesariamente enmarcado en una cultura, que sus perspectivas y sus puntos de vista son los de su época, debe tratar de entender en primer término la obra de Bolívar a la luz del contexto en el que actuó, y no de sus propias preocupaciones políticas o ideológicas. Quienes han tratado de hacerlo -y para dar un solo ejemplo hay que mencionar la notable biografía de Miguel Acosta Saignes, Bolívar, Acción y Utopía del Hombre de las Dificultades-y en vez de tratar de encontrar nuevos sentidos a los textos siempre releídos de Bolívar han tratado de ampliar con el mayor cuidado el conocimiento del marco histórico en el cual actuó el Libertador, han contribuido más al conocimiento real del héroe que los panegiristas usuales. Lo que hoy es preciso es contar con estudios detallados del marco internacional de la independencia, de la estructura económica y social de los países bolivarianos, de la tradición política colonial, de la formación y el pensamiento de los dirigentes políticos y militares de segundo rango. Sólo ubicado con precisión en su contexto recibe cada acto de Bolívar el sentido que le corresponde, y sólo así podrá entenderse la grandeza de su acción y la magnitud de sus triunfos y sus frustraciones.

 

El historiador, por su parte, en la medida en que cree en su propia actividad, puede esperar que su trabajo influya sobre la vida actual, pero no mediante una interpretación forzada y una deformación del pasado histórico, sino en la medida misma en que una conciencia histórica crítica y rigurosa es parte necesaria de la conciencia de sí de un pueblo y de su capacidad para decidir autónomamente acerca de su propio destino.

 

 

Jorge Orlando Melo
Publicado en Contrastes, suplemento cultural de El Pueblo, Cali, 14 de julio de 1983

 

Referencias básicas:

 

Acosta Saignes, Miguel. Acción y utopía del hombre de las dificultades, La Habana: Casa de las Américas, 1977.

 

Alzate Avendaño, Gilberto. Obras selectas; presentación y compilación Jorge Mario Eastman. Bogotá: Cámara de Representantes, 1979.

 

Carrera Damas, Germán. El culto a Bolívar: esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela, Caracas: Instituto de Antropología e Historia; Univ. Central de Venezuela, 1969].

 

Gómez Hurtado, Álvaro. Sobre la significación histórica de Bolívar, Bogotá: Fénix, 1957.

 

Gómez Hurtado, Álvaro. La revolución en América, Bogotá, s.f..

 

Liévano Aguirre, Indalecio. Bolívar, Bogotá, 1945.

 

Madiedo Madiedo, José María, 1815-1888. Ideas fundamentales de los partidos políticos de la Nueva Granada, Bogotá, 1859.  http://www.lablaa.org/blaavirtual/politica/origcol/indice.htm

Pividal, Francisco. Bolívar: pensamiento precursor del antimperialismo: Bogotá: Ediciones Armadillo, 1980.

Samper, José María. Los partidos en Colombia, estudio histórico político. Bogotá, 1873. Disponible en http://www.lablaa.org/blaavirtual/politica/origcol/indice.htm

 
 

 

 

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