Principal

Columnas de prensa

Textos:

Historia de Colombia

Antioquia y Medellín

Política

Paz y Violencia

Derechos humanos

Cocina y alimentación

Periodismo

Literatura

Lectura y Bibliotecas

Ciencia e investigación

Educación

Política Cultural

Indice general de textos

Referencia:

Reseñas de libros

Documentos históricos

Listas y bibliografías

Jorge Orlando Melo:

Textos biográficos

Hoja de vida

Entrevistas

Contacto

Enlaces recomendados

Buscar

 

 

La combinación de todas las formas de lucha
 

Lo importante es que ni la guerrilla ni las Auc conviertan sus simpatías en hechos, mediante la violencia o la presión armada.

Buena parte de las tragedias colombianas recientes provienen de la decisión del Partido Comunista y la guerrilla, en los años sesenta, de combinar todas las formas de lucha. La mezcla de violencia y procedimientos democráticos envenenó otra vez la vida política, en un momento en el que parecía posible curarla de sus peores enfermedades. Esta combinación justificaba el ataque a los civiles, el secuestro o la extorsión, que antes no eran aceptables en las luchas políticas o militares. Desde entonces se mezclaron, de manera inseparable, acciones políticas y militares, delitos políticos y delitos comunes, el asesinato a sangre fría y fuera de combate, el poder del voto y el poder de las armas. El blanco enemigo no estaba formado solamente por los militares y los dirigentes políticos, sino que incluía familiares, simpatizantes, civiles de toda clase, gente con plata que se pudiera extorsionar.

Esta combinación, uno de cuyos primeros ejemplos fue el secuestro y muerte de Harold Eder en 1965, volvió la política colombiana una pesadilla de violencia y confusión. La tentación de la violencia se extendía a todos los grupos de oposición. Los militantes de sindicatos, partidos o movimientos legales no sabían hasta dónde eran cómplices de la barbarie política, y muchas veces no pudieron librarse de las retaliaciones contra la guerrilla. Dos veces milité en grupos de izquierda, y dos veces me retiré al descubrir que entre sus integrantes había partidarios decididos de la lucha armada o guerrilleros infiltrados, a los que no incomodaban las declaraciones en las que condenábamos la lucha armada o manifestábamos que queríamos el socialismo únicamente si se lograba por medios democráticos.

Pero lo que es peor, aunque era de esperar: las víctimas iniciales consideraron que también ellos debían combinar todas las formas de lucha. Desde finales de los años setenta se organizaron grupos armados para defenderse de la guerrilla, para proteger a los propietarios rurales, para evitar el secuestro o el sindicalismo rural. Y estos grupos armados crearon una nueva y más eficiente forma de combinación de todas las formas de lucha. Los paramilitares estaban mejor integrados a los poderes reales de la sociedad que los guerrilleros, que apenas tenían alguna leve simpatía en unos pocos sectores campesinos. Los negocios de la droga, los partidos políticos, los gremios de la producción, las administraciones regionales, los miembros desobedientes de las fuerzas armadas, entraron a hacer parte de una constelación de fuerzas, relativamente fluidas y descentralizadas, que ganaban elecciones, gobernaban departamentos y municipios, controlaban empresas locales, se apropiaban de los recursos públicos, hacían masacres, exportaban coca o productos legales, apoyaban candidatos presidenciales.

Buena parte de la habilidad para la polémica política consiste en lograr acusar a los oponentes de los mismos pecados de uno. En estos días, las declaraciones de un jefe guerrillero de que las FARC verían con simpatía el avance electoral del Polo ha servido para que los opositores de este grupo lo acusen de beneficiarse de la combinación de las formas de lucha y les exijan mayor claridad en su condena a la lucha armada. Pero para que este reclamo tenga efecto, el país tendría que olvidar que casi todos los otros partidos y movimientos también se han beneficiado, y mucho, de la combinación de las formas de lucha, y que el rechazo a los paramilitares y ’parapolíticos’ ha estado lleno de reticencias y acompañado de propuestas para que los que colaboraron en esa combinación ganadora reciban mucho perdón y algo de reconocimiento y beneficios -por ejemplo, que puedan disfrutar de su poder político en el futuro- por los servicios prestados.

La política colombiana ha enfrentado por años dos estilos de combinación de formas de lucha, dos tipos de asociación para delinquir. Ambas son políticas -pues nada más arbitrario que la pretensión de que solamente son delincuentes políticos los que luchan para conquistar el poder, mientras que los que luchan para defenderlo no lo son- pero ambas han unido de manera terrible el delito común, la violencia contra los civiles y la estrategia del terror. Pero acusar al Polo por la simpatía que todavía tenga entre la guerrilla es tan impropio como acusar al Presidente por la simpatía que todavía tengan por él los jefes y partidarios de las autodefensas. En efecto, lo importante no es si la guerrilla siente su proyecto político más afín al Polo, o si las autodefensas ven con más simpatía a Uribe que a otros, y acusarlos por esto solo crea confusión: lo importante es que ni la guerrilla ni las AUC conviertan sus simpatías en hechos, mediante la violencia o la presión armada: que se acabe la combinación de las formas de lucha y que todos los que están en la política la rechacen y luchen contra ella.

Jorge Orlando Melo.
El Tiempo, Domingo, 2 de septiembre de 2007

 
 

 

 

Derechos Reservados de Autor. Jorge Orlando Melo. Bogotá, Colombia.
Ultima actualización noviembre 2020
Diseño, concepción y gestión de contenido: Katherine Ríos