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La historiografía sobre la Antioquia del Siglo XIX
 

LA HISTORIA TRADICIONAL 

La primera obra histórica que asume como tema un período del XIX parece ser la de Manuel Uribe Ángel, el Compendio Histórico del Estado de Antioquia, publicado en 1887 en Medellín. Uribe Ángel hace allí una primera narración de la historia de la Independencia y llega hasta la disolución de la Gran Colombia.  Este trabajo es una ampliación de los capítulos históricos de la Geografía,  que apenas se referían a la prehistoria y la conquista. La parte correspondiente al siglo XIX es una narrativa muy convencional, sobre la base sobre todo de José Manuel Restrepo, de los incidentes de la época de independencia. [1]

En 1903 Alvaro Restrepo Eusse publicó la Historia de Antioquia, primer libro de texto de historia regional. Escrita dos años antes, lleva la narrativa hasta 1900. La obra refleja de algún modo la conciencia satisfecha de los intelectuales antioqueños sobre el desarrollo de la región y sus virtudes especiales.[2] Aunque escrita por un miembro del partido liberal, su enfoque corresponde bastante al consenso moderado de finales de siglo, y uno de los rasgos que subraya en la historia antioqueña del siglo XIX es la tendencia al concierto de los partidos, como mecanismo para protegerse de interferencias externas en la región.  Restrepo subraya las cualidades especiales de la “raza antioqueña”, aunque sus caracteres propios se atribuyen esencialmente al resultado de un proceso histórico de varios siglos, a la respuesta apropiada a desafíos y oportunidades: dice que no es admisible pensar que Cundinamarca esté atrasada por ser de la raza latina, pues es la misma raza de los antioqueños. Esta obra muestra por otra parte una atención muy grande a procesos económicos y sociales, sobre todo en lo relativo al siglo XIX. La colonización antioqueña recibe un tratamiento amplio, así como los temas relativos a la minería, el desarrollo artesanal e industrial y las finanzas públicas. Incluso dedica un capítulo al tema de la fascinación antioqueña por el juego y el licor. Desde el punto de vista de las fuentes, es evidente que Restrepo Eusse se apoyó fundamentalmente en la prensa regional y en el acceso ocasional a los archivos locales.  

Los escritores de la primera mitad del siglo XX hicieron ante todo trabajos históricos de orden biográfico. Algunos autores se consideraban historiadores, como Ramón Correa o Gómez Barrientos, pero otros eran políticos que construían la figura de un héroe militar o cívico. Casi todos son miembros de la Academia Antioqueña de Historia, que se creo pocos años después de la de Bogotá, y publicó y publica el Repertorio Histórico. Entre los analizados predominaron los hombres cívicos de la segunda mitad del siglo XIX como  Berrío o Giraldo.[3] 

Otras líneas de estudio frecuentes durante la primera mitad del siglo XX  fueron las relativas a algunos temas de historia política general y los trabajos sobre ciertas áreas de historia cultural, sobre todo historia eclesiástica, historia de la medicina  e historia de la educación.[4]   Además, se publicaron algunos libros generales, parte reminiscencias personales y parte resultado de recopilación de tradiciones orales y de recopilación documental. En esa misma categoría puede uno considerar la obra genealógica de Gabriel Henao Mejía.[5] 

Estos trabajos configuraron una primitiva historiografía regional. A pesar de que comparten algunos rasgos básicos con lo que hemos llamado convencionalmente la historia académica, tienen algunas características especiales que vale la pena destacar, y es el peso un poco más alto del intento por construir un panteón civil. Esto puede estar lógicamente relacionado con el peso comparativamente menor de la actividad militar en Antioquia, pero también con el interés de la elite de subrayar la importancia de la paz en el desarrollo antioqueño. También es de destacar el peso que se da a ciertas áreas culturales. La iglesia, por la obvia función que desempeñó desde mediados del siglo pasado en la legitimidad de la organización social y política de la región: sorprende más bien que no fuera más abundante la literatura sobre este tema.   

Los contenidos de esta literatura los analicé en forma relativamente rápida en la ponencia presentada en el Simposio de los Estudios Históricos Regionales de 1979. En ellas se va elaborando y construyendo la imagen de la excepcionalidad del antioqueño, apoyada a veces en una visión racial. Los rasgos que se pregonan del antioqueño incluyen ya “la dedicación al trabajo y a la búsqueda de independencia económica, su espíritu de empresa…su poco interés por la política, que es vista en general en términos negativos, excepto en su forma más pragmática de una administración eficaz y barata, que haga caminos, funde escuelas y mantenga el orden”.[6]Subrayan también la existencia de dirigentes pragmáticos y transaccionales que defendían los valores de la sociedad antioqueña, sobre todo la familia, la religión y la paz, y la consolidación de un consenso de los dirigentes, pero compartido por la mayoría del pueblo antioqueño, sobre los valores esenciales de la sociedad y sobre las líneas básicas de acción política, con su énfasis en orden, en el federalismo, en mantenerse aislados de los efectos perturbadores de los conflictos políticos nacionales. Estos trabajos históricos tienen casi siempre un buen componente de investigación, centrada sobre todo en el uso de la prensa del siglo pasado, aunque la definición de problemas, la composición y el desarrollo de la obra sea en general muy elemental. Hay en muchos casos, como en las obras de Gómez Barrientos, en medio de un gran desorden expositivo, información muy rica sobre el contexto en el que actúan los biografiados: atisbos de historia social y de las mentalidades, digresiones sobre historia económica y minera, etc.  

EL GRAN DEBATE 

     Probablemente la obra más significativa en la modificación de las formas típicas de escribir la historia regional fue La colonización antioqueña en el Occidente colombiano, publicada en 1950. Aunque su impacto inicial estuvo reducido a un ámbito estrecho de especialistas –es una de las obras centrales en el libro de Ospina Vásquez publicado en 1955- poco a poco sus afirmaciones se van convirtiendo en el trasfondo de los principales debates sobre la sociedad antioqueña. Por una parte, al definir un proceso social –la colonización- como un aspecto central de la historia regional, fortalecía la tendencia ya existente pero débil a no dar mucho peso a la historia militar, a colocar la historia política dentro del marco de la discusión sobre el progreso antioqueño, y a dar importancia a los temas sociales y de crecimiento económico. Por otra parte, algunas de sus afirmaciones confirmaban algunas de las viejas percepciones sobre los rasgos propios del desarrollo regional y de la cultura antioqueña. El carácter excepcional del desarrollo local quedaba postulado en forma clara, y se atribuía esencialmente a la existencia de ciertas condiciones de democracia agraria. El hecho de que quien confirmara los rasgos de los que se envanecían los dirigentes antioqueños fuera un extranjero, y además pudiera sustentar sus afirmaciones en una amplia investigación documental y en un planteamiento científico le daba mayor firmeza a la situación. En los debates posteriores, la complejidad de las exposiciones mismas de Parsons se perdió, y algunas citas textuales pero que representaban formulaciones extremas de posiciones matizadas a lo largo del libro se convirtieron en lugares comunes.

 El tema del carácter democrático de la sociedad producida por la colonización es central y típico. La cita siguiente sirvió para un amplio debate, que se prolongó durante varias décadas. “En las nuevas tierras volcánicas del sur y al oeste, la naturaleza profundamente quebrada de la región, el orgullo de los cultivadores de café y el espíritu de autonomía libre e independiente se combinaron para producir este caso rarísimo de una sociedad democrática de pequeños propietarios, en un continente dominado por un latifundismo latino tradicional”.  (1959: p 106}

El argumento de Parsons apareció en forma algo inesperada en el libro de Everett Hagen On the theory of social change (Homewood, Ill, 1962, versión parcial como El Cambio Social en Colombia, Bogotá, 1963). Hagen tomaba de Parsons la caracterización de la sociedad antioqueña como un ejemplo de éxito excepcional en el camino del desarrollo económico, pero buscaba las explicaciones ante todo en los factores que hubieran permitido la aparición de una actitud psicológica innovadora y orientada al logro y al desarrollo. Aunque Hagen reconocía la existencia de otros factores –la experiencia minera, las diferencias de oportunidades con otras regiones del país- planteó como punto central de su explicación la idea de que la actitud empresarial y progresista de los antioqueños fue una respuesta a la status deprivation de que habían sido víctimas en el siglo XVIII y XIX: los antioqueños habrían respondido al rechazo social y político de los núcleos del poder neogranadino y republicano con un impulso al desarrollo económico que había configurado una psicología del logro muy marcada.

 La tesis de Hagen tuvo dos respuestas muy claras: una, elaborada como un trabajo de seminario en Princeton hacia 1968, y publicada en 1970, fue la de Álvaro López Toro[7], quien elaboró un complejo argumento sobre el desarrollo antioqueño subrayando los procesos económicos reales y su papel en la consolidación de las mentalidades y formas de actuar de los antioqueños. Su argumento postula una compleja dialéctica entre el hacer y el actuar, en el que las practicas de la minería contribuían a estimular la propensión a innovar a asumir riesgos y a asociar esfuerzos, pero estos factores se convertían en elementos centrales en el desarrollo de otras formas de actividad comercial o financiera. La minería, los grupos comerciales, los procesos de colonización, se entremezclaban en una compleja trama argumental, que me sigue pareciendo en esencia bastante sólida. (ver pag. 32 de la memoria de estudios regionales).

 La otra respuesta fue el polémico artículo de Frank Safford “La significación de los antioqueños en el desarrollo económico colombiano” [8], que atacó sobre todo la base factual del argumento de Hagen, subrayando que, en vez de verlos negativamente, los colombianos percibieron a los antioqueños del siglo XIX más bien en forma positiva y estuvieron dispuestos a acogerlos, si tenían dinero, en los más altos niveles sociales capitalinos. [9]Safford, además, planteo explicaciones alternativas, centradas ante todo en la diferente dotación de recursos económicos de la región: en su opinión, fue ante todo la disponibilidad de recursos derivados de la minería, con el impacto sobre las posibilidades de acumulación de capital, de importación de bienes y de desarrollo tecnológico, el factor de más peso para explicar los resultados comparativamente mejores del siglo XIX antioqueño.  

 Poco después apareció el libro de William Paul McGreevey sobre el desarrollo económico de Colombia. Aunque Antioquia no era el tema central del trabajo, el contrapunto del tabaco y el café que desempeñaba un papel central en su obra tenía obvias implicaciones para la interpretación de las causas del desarrollo antioqueño. En esencia, su interpretación del desarrollo antioqueño se centraba en el impulso a la industrialización ya entrado el siglo XX, que se había apoyado en las condiciones creadas por el café como industria exportadora, y que se habían reflejado tanto en la acumulación de un amplio capital derivado de la exportación de café y de la importación de manufacturas, como en la constitución de un mercado amplio para manufacturas y productos industriales. Su argumento, que mostraba los limitados enlaces de la exportación de tabaco con la creación de un mercado amplio, podía implícitamente aplicarse al argumento de Safford sobre la importancia del oro como producto de exportación en el siglo XIX.   

  Entre tanto, la visión democrática de la colonización tuvo algunas refutaciones y calificaciones. (Keith Christie, José Fernando Ocampo, y Roberto Luis Jaramillo). En las primeras respuestas, de corte muy ideológico, se reiteraba lo que Parsons mismo había mostrado: que la distribución de tierras en las zonas de colonización había sido desigual, que los grupos dirigentes del proceso habían consolidado propiedades medias importantes y los últimos llegados debieron muchas veces someterse al status de agregados y trabajadores asalariados. En su afán por desvirtuar la caracterización democrática hecha por Parsons, subrayaban hasta tal punto la desigualdad que parecía que desaparecía toda diferencia con la situación de regiones como el Valle o las zonas de haciendas del oriente colombiano. Por otra parte, diversas contribuciones destacaron, en forma complementaria, el carácter conflictivo y violento del proceso de colonización. La contraposición entre el papel sellado y el hacha, que había sido expuesta por Restrepo Eusse  en 1903 y por Alejandro López en 1929, se convirtió en un enfrentamiento violento entre colonos y propietarios en toda la zona de colonización. El artículo de Roberto Luis Jaramillo, publicado en la Historia de Antioquia, más que desarrollar la polémica, lo que hacía era incorporar una gran cantidad de información nueva y más precisa en la descripción sistemática del fenómeno, y abrir el camino a análisis comparativos más exactos al confrontar los procesos de colonización del sur antioqueño con la apertura de las regiones del oriente o del noroeste.  

LA HISTORIOGRAFÍA RECIENTE 

 Durante los sesentas y setentas la producción histórica sobre los temas regionales no fue muy amplia. Por supuesto, continuaba la producción de obras de orientación académica, la escritura de nuevas biografías de los hombres del siglo pasado, sin una ampliación muy substancial en el elenco de personajes, y un creciente número de historias locales, escritas en buena parte dentro del esquema canónico de la “monografía”, apelando a veces a los archivos locales pero sin mucha perspectiva histórica.[10] Al lado de esta producción, algunos aspectos de la historia económica, casi siempre derivados de los debates generados alrededor de Parsons y de sus contradictores, tenían desarrollos importantes, pero usualmente dentro de trabajos escritos con una perspectiva más nacional. Entre estos, deben señalarse el libro de Marco Palacios sobre el café, en el cual se incorporó una discusión acerca del nivel de vida de los trabajadores cafeteros a finales del siglo y comienzos del siglo XIX, que de alguna manera añadía elementos a la discusión que se había planteado entre MacGreevey y Safford[11] En forma paralela al libro de Palacio se publicaron los trabajos de Mariano Arango sobre la economía cafetera colombiana. En ambos casos una parte importante del material se refería necesariamente a la situación antioqueña.  

 Dentro de este desarrollo de los estudios de historia económica, que parecía tan natural en esos años, el libro más significativo fue sin duda el de Roger Brew, escrito en 1975 y publicado en 1977. [12] Perfectamente consciente de los debates resumidos en las paginas anteriores, su actitud era mucho más cercana a la de los historiadores que a la de los sociólogos o los economistas: estaba mucho más interesado en reconstruir todos los elementos del proceso de conformación de las estructuras económicas y sociales que hicieron posible la industrialización del siglo XX y en mostrar cómo se habían generado gradualmente, que en probar un modelo explicativo general. Por ello su visión parece integrar, en forma no exhaustiva, diversos elementos de los debates anteriores, y más que por unas propuestas explicativas, su obra se recuerda por la riqueza de información y por la ordenada elaboración de descripciones claras de los principales procesos del desarrollo económico. En todo caso, su obra no desmintió la importancia que tanto Parsons como López Toro atribuían a la inexistencia de una estructura de gran propiedad rural y de población subordinada en el campo antioqueño, a la estructura de la minería, con un gran sector de pequeños productores, y a la existencia de un fuerte sector comercial capaz de apropiarse de buena parte de los excedentes agrícolas y sobre todo mineros. Si uno trata de resumir el eje central de su interpretación, tiene que declarar que esta se apoya ante todo en la visión de López Toro de la existencia de una minería con una estructura muy abierta a los pequeños empresarios, por razones ante todo tecnológicas. No fue la disponibilidad de oro en cuanto tal, sino la estructura de la minería, lo decisivo. [13]Un aspecto que destacó  Brew fue la multiplicidad de sectores económicos a los que se dedicaban los empresarios antioqueños y la homogeneidad política que resultaba de ello: tanto liberales como conservadores estaban metidos en asuntos mineros, agrícolas y comerciales.   

 El libro de Brew no condujo, sin embargo, a una ampliación de la investigación sobre historia económica en Antioquia. Los trabajos sobre el siglo XIX publicados luego no han sido muy ambiciosos. Han aparecido varias monografías, un poco reiterativas y repetitivas, sobre el ferrocarril de Antioquia, y los diversos trabajos de Gabriel Poveda, que en general representan más bien síntesis informadas del conocimiento existente, con énfasis en asuntos tecnológicos, en la minería y en el desarrollo de las vías de comunicación. Algunos estudios, muy iniciales, ampliaron la información sobre algunos aspectos del proceso de apropiación de baldíos, y se publicó al menos un buen artículo sobre la mano de obra en las haciendas cafeteras, de Mario Samper. [14] 

 Pero lo que vale la pena destacar en este momento es el cambio de condiciones en la producción de materiales históricos regionales que se ha generado con la consolidación de algunas instituciones locales. En primer lugar, vale la pena mencionar a FAES, que ha desempeñado un importante papel en la promoción de las investigaciones sobre la región, tanto al constituirse en un sitio de encuentro y debate entre investigadores como al impulsar la conformación de un sistema eficiente de información documental y de acopio de archivos empresariales. Varios de los trabajos de historia económica de mayor interés se han apoyado en alguna medida en los archivos existentes en Faes, en especial los ligados a la familia Ospina.[15]  

Pero al lado de FAES han estado sobre todo las universidades locales. Desde comienzos de los ochentas se consolidaron los departamentos de historia de las universidades de Antioquia y Nacional. Las universidades regionales, a diferencia de las de Bogotá, impulsaron desde el comienzo la realización de tesis  e investigaciones regionales. En vez de los grandes temas nacionales, que muchas veces desbordan la capacidad del joven graduando de pregrado, se han escrito decenas de tesis sobre temas locales. La Universidad Nacional ha resultado un poco más productiva que la de Antioquia, y sus estudiantes parecen terminar sus tesis en forma más adecuada, aunque en el campo de la historia colonial es la Universidad de Antioquia la que ha llevado la delantera. Por otro lado, ha surgido una nueva generación de profesores, usualmente graduados en las mismas universidades, que con sus trabajos han ido conformando una producción histórica continua y más o menos intensa sobre Antioquia. El desarrollo de las maestrías permitió la escritura de unas cuantas tesis de muy buen nivel, algunas de ellas escritas por los mismos profesores de la Universidad. 

  Este trabajo se ha convertido ya en la corriente dominante, no solo en términos de calidad, sino de presencia cultural y de simple volumen cuantitativo, en la producción local. Los historiadores sin formación universitaria son ya un poco marginales, aunque todavía el clero y los abogados general aficionados más o menos serios. Esta consolidación del trabajo de los profesores y estudiantes universitarios en la historia regional tiene varias implicaciones, que pueden parecer obvias pero vale la pena plantear. El diseño de las investigaciones recientes da mucho más cabida a los debates internacionales y se apoya en mejor forma en trabajo similares realizados en otros países. Hay ya un esbozo de análisis comparativos, en la medida en que casi todas las tesis alcanzan a plantear algunas similitudes con casos latinoamericanos o de la historia europea; sin embargo, este aspecto es todavía muy deficiente y asistemático, y se advierte que la revisión bibliográfica sigue siendo, aún en tesis muy buenas, relativamente incompleta. Entre los historiadores dedicados al siglo XIX no hay un claro predominio de ninguna corriente interpretativa. Si uno quisiera definir las corrientes dominantes tendría que decir probablemente que los mejores historiadores se identifican ante todo por la adopción de procedimientos relativamente eclécticos ya abiertos de la historia social y la historia de las mentalidades. No parece haber una censura expresa a los trabajos que se definen en términos dominantemente descriptivos, si el aporte de información documental es alto y existe una organización narrativa adecuada. Tampoco hay un rechazo a priori a las tendencais más novedosas y polémicas de la historiografía contemporánea, aunque por los resultados no parece haber una gran simpatía con las formas más radicales de historia postmoderna. Quienes se dedican a la historia de las mentalidades, de la moda, de la ciencia, todavía tratan, y en mi opinión en esta dirección se encuentra el camino adecuado para el desarrollo de una investigación historica seria y relevante, de enmarcar sus trabajos dentro de lo que convencionalmente ha sido la historia social. Quizás el ejemplo de Germán Colmenares, que combinó una fascinación con White o Geertz con un afirme defensa de la historia social, pese algo en la prudencia con la que se han acogido las modas últimas entre los historiadores antioqueños.  

 Una revisión de algunos de los aportes de esta historiografía universitaria[16] permiten confirmar las generalizaciones anteriores. Por  razones de claridad seguiré un orden temático en lo que sigue, a pesar de que varias obras nos e atienen con claridad a delimitaciones artificiales de fronteras. 

 El campo económico no ha sido el más activo en los últimos años. Entre los pocos estudios del área, se destacan los trabajos de Maria Mercedes Botero sobre el sistema bancario, y los de Orlando Aguilar, Carlos Fernando Lopera y Oswaldo Porras sobre finanzas públicas en el siglo XIX[17] 

 La historia política del siglo XIX tuvo su primer análisis serio en otro trabajo de Roger Brew, que discutí con algún detalle en 1979, y que hace un estudio muy detallado del período 1848-1853, algo marcado por una identificación excesiva de los partidos políticos con determinados grupos económicos, que el mismo Brew relativizaría en su estudio de historia económica.  Fuera de Brew, el tema  ha estado en buena parte marcado por el aporte de Maria Teresa Uribe de H., con una interpretación de origen gramsciano y de presentación muy sociológica, pero apoyada indudablemente en una buena familiaridad con materiales primarios. Su interpretación del siglo pasado, resultado de un largo proceso de investigación, se presentó ante todo en el libro Poderes y regiones: problemas en la constitución de la nación colombiana 1810-1850¸  publicado en 1987, y que fue continuado por varios artículos que ampliaron su argumento o el cubrimiento temporal. [18]  El artículo “La territorialidad de los conflictos y de la violencia en Antioquia”, (en Gobernación de Antioquia, Realidad Social I 49 y ss. 1990) presenta una síntesis de la visión muy sistemática que ofrece Uribe de la sociedad antioqueña del siglo XIX, en particular en lo relativo a los proyectos políticos. Según ella,  existió un “proyecto político y ético cultural propuesto desde muy temprano por los intelectuales orgánicos de la independencia de Antioquia”, que  “tuvo un contenido esencialmente práctico y fue convertido en legislación, en instituciones, en programación de acción mediante los cuales este grupo dirigente logró concitar el consenso de los pobladores y ganar legitimidad en tanto que el proyecto estaba anclado en la realidad de la vida antioqueña y en su sentido común” Este proyecto, enunciado y promovido por personas como José Manuel Restrepo, José Felix de Restrepo y Juan del Corral inicialmente y luego por Segismundo De Greiff, Pedro Justo Berrío, Manuel Uribe, Pedro Nel Ospina, Alejandro López, y Fernando Gómez Martínez, habría tenido marcadas diferencias con el proyecto político dominante en el país. En esencia, el modelo vinculaba un programa económico librecambista, empeñado en el desarrollo de las vías de comunicación, un programa colonizador que partía del reconocimiento del papel cenntral de la propiedad en la estabilidad política, un programa político de orden pero de reconocimiento y ampliación de la ciudadanía y una visión cultural expresada en un ethos regionals centrado en la valoración del trabajo, la búsqueda del enriquecimiento por el trabajo, el sostenimiento de la familia como paradigma de orden, la honradez en los negocios, el respeto a la palabra y la frugalidad en modos de vivir. Todo este proyecto se apoyaba en buena parte en una relación estrecha con el mundo religioso y buscaba un control social eficaz en la fuerza de las redes de familia y parentezco más bien que de instituciones de represión estatales.  

 Este modelo generó exclusiones a no blancos,  vagos, mal entretenidos, prostitutas, hijos naturales, delincuentes, ateos, masones y  perdedores: “el proyecto político de la élite antioqueña fue cohesionador, articulante y sólido pero terriblemente excluyente, incapaz de convivir con el “otro”, con el diferente o con el antagonista; a todos por igual los excluyó pensándolos como delincuentes y enemigos peligrosos”. (pag. 67). 

 Una derivación muy directa de la visión de Maria Teresa Uribe se encuentra en el extenso y desordenado texto de Doris Wise de Gouzy que sirve de introducción a la recopilación de textos de Mariano Ospina Rodríguez. [19] 

 Por otra parte, Luis Javier Ortiz publicó en 1985 los resultados de la primera investigación sistemática hecha sobre el período federal, del cual se publicó una síntesis en 1987 en la Historia de Antioquia [20] Posteriormente hizo una tesis, desafortunadamente inédita todavía, sobre el período de la regeneración, con una narración política detallada y un buen análisis de los fenómenos electorales. Una breve síntesis fue publicada también en la Historia de Antioquia. [21] Una de las mejores contribuciones al conocimiento político de esta época apareció bajo la forma de una biografía: el libro de Jorge Restrepo sobre Pedro Antonio Restrepo. Aprovechando uno de los más extensos diarios conservados del siglo pasado, el autor reconstruye, alrededor de la vida de un político de rasgos muy típicos –su figura patriarcal, la atención a la familia, sus valores morales, su capacidad para conformar una familia con una educación hacia lo público y hacia el progreso, sus contribuciones en los puestos públicos y electivos al mantenimiento del consenso antioqueño,  lo hacen casi un arquetipo del conservatismo de la segunda mitad del siglo pasado- muchos elementos de la vida política regional.   

 Al lado de estos esfuerzos sistemáticos, debo mencionar mis dos artículos publicados en la Historia de Antioquia en 1986. El artículo sobre la independencia se limita a sistematizar una información relativamente conocida, mientras que el relativo al período de 1830 a 1850 hace un esfuerzo por establecer justamente las redes familiares que se conformaron como núcleos de actividad política liberal y conservadora y que harían parte de la sistematización más teórica de Maria Teresa Uribe.   

  Un campo con cierto desarrollado ha sido la historia de la educación. [22] Como ya lo mencioné, existían ya algunos antecedentes de interés por el tema, y en estudios generales como los de Aline Helg o el libro de Frank Safford sobre el ideal de lo práctico se da una amplia cabida a temas antioqueños. Pero  los estudios realizados ante todo por Luis Javier Villegas han intentado desarrollar en forma más exhaustiva la política educativa y el desarrollo real de las instituciones educativas y de la enseñanza durante la época de la federación, cuando Antioquia, bajo la dirección de Pedro Justo Berrío, se lanzó a impulsar la educación primaria y artesanal, como objetivo central, aunque acabó también consolidando el sistema universitario. En un primer libro Villegas se centró en la descripción del proyecto educativo de Pedro Justo Berrio,[23] y en una obra más reciente vinculó la educación con el conjunto del proyecto político del gobernante antioqueño. [24] 

 La historia social –y utilizo un término que engloba las más diferentes vertientes hoy de moda: historia cultural, historia de las mentalidades, historia de las ideas, estudios culturales, historia de la vida cotidiana, etc- se ha desarrollado alrededor de estudios de historia de la vida cotidiana y de algunos estudios sobre la artesanía. Talvez el primer estudio relativamente sistemático sobre el tema fue el de Patricia Londoño y Santiago Londoño en la Historia de Antioquia. La misma Patricia Londoño ha hecho varias publicaciones sobre la historia de las comunidades religiosas, sobre aspectos de historia de la mujer en el siglo pasado y acaba de conlcuir una tesis muy amplia sobre formas de sociabilidad en el siglo pasado. Patricia Castro hizo su tesis sobre las formas de beneficencia en Antioquia. Sobre los temas artesanales el trabajo más serio ha sido el de Alberto Mayor, aunque me parece que los afecta cierto entusiasmo y la utilización a veces rígida de categorías sociológicas. En “El Taller como Escuela” muestra la importancia de los artesanos en el siglo pasado, la elevada autovaloración que tenían, los esfuerzos de educación  ética y moral que impulsaban, etc. [25] Un tema afin es el de los pintores y grabadores regionales, que ha recibido un tratamiento bastante completo en la Historia de la Pintura y el Grabado en Antioquia  de Santiago Londoño: muchos de los artistas hacían parte de grupos familiares que pertenecían más al mundo de la artesanía que del arte, o que vivieron, como los Rodríguez, los Cano y los Vieco, la transición entre el taller del artesano y el estudio del artista.  

 Ahora bien, en mi opinión la obra más lograda e interesante publicada en los años recientes sobre el siglo XIX antioqueño es una obra que se presenta ante todo como de historia de las mentalidades, llena de respetuosas referencias a Michel Foucault pero también a visiones más clásicas de la historia social como las de Le Goff o Norbert Elias: se trata de La mentalidad religiosa en Antioquia: prácticas y discursos 1828-1885, de Gloria Mercedes Arango[26] Es un trabajo en el que se utilizan en forma muy completa archivos eclesiásticos de la región, revistas y folletos religiosos y una amplia literatura secundaria para reconstruir con mucho detalle la relación entre la institución religiosa y las prácticas de los creyentes, los mecanismos de control de la conducta establecidos por la iglesia y las diferentes prácticas que conformaban los rituales básicos de los antioqueños del siglo pasado. La obra es de una gran complejidad, sin simplificaciones, cuidadosamente argumentada, sin sistematizaciones apresuradas ni polémicas innecesarias.  Esta obra resulta además particularmente novedosa e importante, pues no tiene casi antecedentes en la literatura colombiana y por otra se enfrenta a un aspecto central de la historia regional. Los trabajos de historia religiosa anteriores fueron casi todos de historia eclesiástica: estudios institucionales, centrados en las acciones de los obispos y prelados, a partir de las cuales era muy difícil sacar cualquier conclusión sobre la religiosidad de los antioqueños o sobre el peso de la iglesia en la vida social o política. Y en Antioquia la cuestión de la función de la iglesia es esencial, tanto para el análisis de la historia política como para el estudio más antropológico de las formas propias de la cultura regional. El trabajo de Arango, además, se centra en un período crucial pues es probablemente en los años de 1830-50 cuando se da la inflexión  que convierte a Antioquia en una sociedad profundamente marcada por las instituciones religiosas, lo que se consolidará precisamente bajo la administración de Pedro Justo Berrío.

Jorge Orlando Melo
Bogotá, 1998


[1]  Manuel Uribe Ángel, Compendio Histórico (Medellín, 188) y Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia en Colombia  (París, 1885).

[2]En “Política y políticos de Antioquia”,  leído en 1979 y publicado en la Memoria del Simposio Los estudios regionales en Colombia: el caso de Antioquia (Medellín, 1982) señalé la existencia de ese consenso sobre las “líneas políticas deseables” entre los dirigentes antioqueños. P. 271.

[3] Por orden cronológico, menciono los siguientes:

                1890: Teodomiro Llano: Biografía de Gabriel Echeverri.
                1894: Juan de Dios Monsalve: Pedro Justo Berrío.
1902: Notas y documentos históricos para la biografía del general Braulio Henao.
                1908: Abraham Moreno: Biografía de Rafael María Giraldo.
                1913: Estanislao Gómez Barrientos: Don Mariano Ospina y su época
1918-27: Estanislao Gómez Barrientos: Veinticinco años a través de la historia del Estado de Antioquia
                1919: Ramón Correa: Biografía de Juan del Corral.
                1922: Joaquín Emilio Jaramillo: Vida de Pedro Justo Berrío.
                1927: Abraham Moreno: Pedro Justo Berrío.
                1927: Eduardo Zuleta: Pedro Justo Berrío.
1928: Estanislao Gómez Barrientos: El doctor Pedro Justo Berrio y el escenario en que hubo de actuar.
                1938: Jorge Ospina Londoño: Pascual Bravo: los partidos políticos en Colombia.
                1946: Juan Antonio Pardo Ospina: Tres presidentes de Colombia y semblanzas de la familia Ospina.
                1953: Gabriel Henao Mejía: Juan de Dios Aranzazu. 
                          Alejandro Mesa Nichols: Biografía de Salvador Córdoba.

[4]              Julio César García: Historia de la instrucción pública en Antioquia. Julio César García: De nuestra alma universidad: bocetos biográficos de sus rectores. 1917: Ulpiano Ramírez Urrea: Apuntes para la historia del clero y persecución  religiosa en 1877. 1918: Marinilla y el señor Jiménez. 1926: Cantón de Marinilla

[5]              1923: Emilio Robledo: La Universidad de Antioquia 1822-1922.
                José María Restrepo Sáenz: Gobernadores de Antioquia.                                        
                1909: Eladio Gónima: Apuntes para la Historia del Teatro de Medellín y Vejeces
                1934: Luis Latorre Mendoza: Historia e historias de Medellín.

[6] Melo, “Política y políticos…271.

[7] López Toro, Migración y cambio social en Antioquia en el siglo XIX. Bogotá 1970.

[8] En Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 1965.

[9] Jaramillo no comparte totalmente esta apreciación, y sugiere que la visión positiva estuvo siempre ligada a un cierto desprecio por el carácter mercantil, casi materialista, de los empresarios antioqueños.

[10] Juan Botero Restrepo, Sonsón en el siglo XIX  (1979)

[11] MacGreevey había disputado la caracterización hecha por Safford de Antioquia como una provincia ya relativamente rica a finales del siglo XVIII. Safford se había apoyado en el alto nivel de salarios nominales de la zona cuando se le comparaba con el oriente; McGreevey consideraba que el salario nominal no demostraba un mayor nivel de vida. Como este no era el argumento de Safford (aunque yo no tengo dudas de que a fines del XVIII ya el producto regional por persona era más alto que en el resto del país), el debate no afectaba las líneas centrales del argumento de Safford.

[12] Roger Brew, El desarrollo económico de Antioquia desde la independencia hasta 1920. Bogotá, 1977.

[13] En esto parece haber una divergencia esencial con la perspectiva del artículo citado de Safford.

[14] Labores agrícolas y fuerza de trabajo en el suroeste de Antioquia, 1850-1912, en Estudios Sociales No. 2 (1988).

[15] Ernesto Ramírez, La familia Ospina?

[16] Vale la pena recordar que de este mundo universitario hacen parte también algunos grupos vinculados a las facultades de economía y sociología. FAES ha tenido también un importante papel en mantener el contacto entre economistas, sociologos e historiadores.

[17] “Los empréstitos púlbicos en el estado soberano de Antioquia, 1857-1886, en Oikos No 2 (1988) y “La estructura de las finanzas públicas del estado Soberano de Antioquia, 1857-1886”.  

[18] María Teresa Uribe de H y Jesús María Alvarez G., “El parentezco en la formación de las élites en la Provincia de Antioquia”, en Estudios Sociales, No 3 (1988), aunque se refiere ante todo al período colonial, hace algunas consideraciones sobre el siglo XIX.  En la Historia de Medellín (1996) publicó dos artículos sobre la política del siglo XIX en Medellín, uno de ellos centrado en el teatro social puesto en escena en 1875, con ocasión de las celebraciones del bicentenario de la ciudad.

[19] “Introducción” a la Antología del Pensamiento  de Mariano Ospina Rodríguez  (1990). Un anticipo de esto había sido presentado en el simposio Figuras Políticas en Antioquia siglos XIX y XX (1988), en el cual se publicaron también trabajos de Luis Javier Ortiz sobre Marceliano Vélez, de Roberto Luis Jaramillo sobre Manuel Uribe Ángel (que luego incorporaría a la introducción de su edición de la Geografía  y de Maria Teresa Uribe sobre Camilo Antonio Echeverri. Sobre los tres hacen falta buenas biografías. Tampoco hay buenas biografías de Mariano Ospina Rodríguez, Abraham Moreno o de jefes liberales como Nicolas Villa. . 

[20] El federalismo en Antioquia. Aspectos Políticos…  (1985) “Antioquia bajo el federalismo 1853-1886”, en Historia de Antioquia (El Colombiano, 1987; 1988).

[21] “Antioquia durante la Regeneración, 1886-1904 (1987)

[22] Jesús Alberto Echeverri, Proceso de constitución de la Instrucción Pública 1819-1835. (1984); Luis Javier Ortiz y Luis Javier Villegas: “Aspectos de la educación en Antioquia 1860-1915”, en Ciencias Humanas No 11 (1988)

[23] Aspectos de la educación durante el gobierno de Pedro Justo Berrío, 1864-1873.  (1991)

[24] La legitimación de un poder regional?  (1966)

[25] en Estudios Sociales  No 6 (1993). En la Historia de Medellín desarrolla estos temas y acaba de publicar un libro sobre el tema, que desafortunadamente no alcancé a revisar.

[26] (1993)

 
 

 

 

Derechos Reservados de Autor. Jorge Orlando Melo. Bogotá, Colombia.
Ultima actualización noviembre 2020
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