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Negociación de secuestrados e intercambio de retenidos
 

El derecho internacional humanitario prohíbe la toma de rehenes, y por lo tanto la negociación de rehenes y el pago de rescates. Las guerrillas, al secuestrar civiles y convertirlos en mercancía para buscar ventajas militares, violan ese derecho, y lo viola el gobierno si paga su liberación, con dinero o soltando guerrilleros. 

Lo que si contempla el DIH es el intercambio de capturados en acciones militares, de modo que no prohíbe cambiar prisioneros por soldados o policías retenidos por la guerrilla. 

Esta distinción es clave, pues la guerrilla ha mostrando interés en un intercambio de guerrilleros presos por soldados y policías, al que añadiría algunos políticos y funcionarios, pero no ha querido discutir el caso de los civiles, que es el crucial. Detrás de esto hay razones prácticas, pero sobre todo un sofisma legal: la idea de que lo que llama “intercambio humanitario” es un reconocimiento por el Estado, una prueba de que la guerrilla es parte en un conflicto interno, con la que es válido negociar y a la que se aplican las normas del derecho internacional sobre intercambio de prisioneros.  

Teniendo en cuenta el DIH, y las respuestas recientes del gobierno, el intercambio parece estar en un callejón sin salida. Sin embargo, es posible encontrar marcos en los cuales sea moral, política y jurídicamente  aceptable hacer un intercambio de prisioneros y liberar los civiles retenidos por las FARC. 

El gobierno aparece ante muchos como responsable de que los secuestrados no recobren su libertad, por no dar a la guerrilla lo que pide. Por eso, los familiares y la población lo presionan, mientras cierran los ojos ante la responsabilidad de la guerrilla. Esto le da esperanzas, y no es fácil evitar que la solidaridad con los secuestrados se convierta en herramienta de la estrategia guerrillera.  

Por esto, una liberación de detenidos requiere cambiar el marco de negociación. Esto no es fácil, dada la historia colombiana de intercambios y la ausencia de una tradición de resistencia como la que ha unido a España: allí no se aceptan negociaciones en que las cartas de un grupo sean el chantaje y la amenaza de muerte de civiles. Pero vale la pena intentarlo, pues es uno de los pocos caminos con probabilidad de éxito.  

Para ello, toda negociación debe estar orientada por un objetivo central: la protección de la población civil, que debe primar sobre la tentación de gobierno o guerrilla de usarla para lograr ventajas militares.  

Está claro que el gobierno puede cambiar soldados y policías por guerrilleros. Pero este intercambio no debe darse si la guerrilla no se compromete a respetar, en el conflicto interno, a la población civil. Y el eje de este compromiso es la suspensión total del secuestro de civiles, el mayor escándalo del conflicto interno colombiano. 

De acuerdo con lo anterior, la sociedad colombiana puede exigir al gobierno y la guerrilla una negociación humanitaria de solo dos puntos:

  1. La guerrilla declara que no realizará más secuestros ni ejecuciones fuera de combate contra civiles, y libera, incondicionalmente, todos los secuestrados civiles que tenga.
  2. El gobierno acepta intercambiar periódicamente guerrilleros presos por soldados y policías, con excepción de los acusados de crímenes de lesa humanidad.

Condiciones como un alto al fuego o que los guerrilleros no vuelvan a las armas son irrelevantes. Basta, en interés del principio fundamental del derecho internacional, que la guerrilla cese el fuego contra los civiles, aunque siga combatiendo a los militares. El gobierno no debe convertir la negociación en mecanismo para que la guerrilla deje de combatirlo.  

Los colombianos deben presionar a la guerrilla a que no secuestre más civiles, sin volver la negociación un proceso para lograr ventajas militares, y presionar al gobierno para que no se trabe con sutilezas ni condiciones formales, siempre que la guerrilla diga que dejará de secuestrar y atacar civiles. El espíritu que llevó a los colombianos a rechazar en masa el secuestro debe llevarlos a pedir el intercambio de soldados y policías, y a clamar: “no más secuestro de civiles; liberación inmediata de todos los secuestrados”.

 

Jorge Orlando Melo
El Tiempo, diciembre 16 de 2006

 
 

 

 

Derechos Reservados de Autor. Jorge Orlando Melo. Bogotá, Colombia.
Ultima actualización noviembre 2020
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