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Políticas Culturales y Sociedad
 

Para que una sociedad marche bien es preciso que funcionen en forma adecuada los sistemas de producción (economía), los mecanismos para distribuir la autoridad y los papeles y funciones (vida política y social), los mecanismos mediante los cuales la sociedad busca conocer e interpretar la realidad (ciencia), los hábitos y maneras de recreación y empleo del ocio (recreación, turismo, deporte) y las formas para dar sentido a sus acciones y a la vida de sus miembros. Estos últimos -lo que tiene que ver con la recreación y la búsqueda de significados -conforman lo que normalmente entendemos por cultura, que es el espacio de la producción de sentido, de la formulación de creencias, de la definición de valores sociales, de la creación artística, religiosa, filosófica, lingüística y literaria. La educación, por su parte, se encarga de trasmitir, de generación en generación, el saber, las creencias, los valores sociales. 

Por ello, en sentido amplio, la cultura va mucho más allá del libro o de la obra de arte: tiene que ver con las formas como se comunican los miembros de una sociedad, como trasmiten y crean sentidos comunes que les permiten reconocerse, tolerar y disfrutar sus hábitos, costumbres y formas de actuar. Esta creación de sentido incluye el reconocimiento de los rasgos propios de cada uno: que significa ser colombiano, o ser miembro de una región, o participar en una cultura indígena o mestiza. 

La relación entre la cultura y la vida social puede por ello verse en una doble dirección: el desarrollo cultural contribuye a consolidar las formas de conducta y de convivencia social basadas en el intercambio simbólico, de palabras e imágenes, en vez de las formas de confrontación violenta. Por otra parte, la existencia de una sociedad que puede resolver sus conflictos en forma no violenta promueve la creación y el desarrollo cultural, que enriquecerá la vida de todos los miembros de esa sociedad. 

Por supuesto, aún en sociedades con un alto avance cultural es posible que las tensiones sociales o políticas rompan los límites de civilización que establece la cultura, y aún en sociedades muy violentas sobrevive la capacidad del hombre de hacer cultura. Pero lo conveniente y deseable es reforzar el lazo entre cultura y convivencia, para que la cultura apoye la convivencia, y en el caso de nuestro país, la reconstrucción de la paz y la paz impulse un renacimiento de la creatividad cultural. Dadas las condiciones de Colombia hoy, la recuperación de la paz es al mismo tiempo un objetivo mediato de cualquier política cultural y un instrumento para impulsar la cultura nacional. 

En efecto, la cultura es el conjunto de creencias valores y formas de existencia que impulsan la sociedad hacia formas de convivencia y hacia la participación colectiva en las creaciones de la sociedad. Cuando las tensiones y conflictos sociales comienzan a romper el tejido mismo de la sociedad, cuando los ciudadanos no se reconocen como miembros de un mismo grupo, sino como enemigos, se reduce y debilita el campo común de reconocimiento y valoración en el cual es posible compartir las experiencias culturales. Una cultura viva es una cultura en la cual es posible, manteniendo las diferencias y la diversidad, mantener un diálogo entre todos los ciudadanos. 

2. Cultura e Identidad. 

En la sociedad colombiana actual, es urgente reconstruir la capacidad del individuo de dar sentido a su vida y a su situación social. Esto quiere decir fundamentalmente que pueda superar una situación en la que se ve a la deriva, en medio de acontecimientos caóticos que lo arrastran y desplazan, que pueda ver que existe una relación viva entre su pasado, su presente y su futuro, que tenga una conciencia vivida de que lo que somos hoy proviene de un pasado que podemos conocer, y es en parte explicable por este, y que el futuro que vivamos no será el resultado de un azar sino de lo que logremos hacer en el presente. 

Reconocer el patrimonio cultural que ha contribuido a hacer de los colombianos lo que somos es un aspecto central de la afirmación de la capacidad para construir una sociedad con la participación de todos, y para salir de una perspectiva de no futuro que arrastra a muchos colombianos. Cuando el futuro se percibe como un caos sin esperanza, no existen razones para actuar coherentemente en el presente, y se justifica jugárselo todo al azar o la aventura. 

El patrimonio cultural se experimenta diariamente en el reconocimiento de los lugares significativos del entorno urbano –sitios de encuentro, monumentos, espacio público-, en iglesias, bibliotecas y museos, en el texto literario y la imagen del cine o la televisión, en la artesanía y la obra de arte, en la alimentación y la decoración de la vivienda o la persona. Ese patrimonio es tanto nacional como local: es la memoria y la percepción del pasado del país, y la vivencia de los valores de la ciudad, el pueblo, la vereda o el barrio. El conocimiento de la historia local y nacional, de la tradición literaria y artística, de la diversidad cultural y étnica del país, de las tradiciones culinarias o musicales, es la forma por excelencia para la definición de la identidad de los individuos y el reconocimiento de su valor: todas esas tradiciones y formas de vida conforman la cultura de una sociedad. 

Esa herencia cultural, revivible ante todo por el libro y el objeto artístico, es, como decía Malraux, la parte del pasado que nos permite vivir. Al reconocer esa herencia, el individuo adquiere el sentido de pertenencia y el orgullo por su origen que le permite vivir en paz, renunciar a la agresión y reconocer a los demás como participes en un proyecto común. Por ello, la actividad cultural entendida como el rescate, conservación, análisis, mantenimiento y uso colectivo de los elementos que constituyen el patrimonio cultural es un elemento central para configurar la cohesión social. 

Todas las acciones diarias de alguna manera nos ponen en contacto con diversos elementos de la cultura del país: las formas de resolver los pequeños conflictos cotidianos, los hábitos religiosos, la visita a un restaurante típico o internacional, ponen en juego las formas de relación de cada uno con la cultura del país. Esta relación se vuelve más explícita cuando se convierte en tema de reflexión y de una experiencia más elaborada. En la escuela, donde se estudia la historia del país y de su cultura y se familiariza el estudiante con la literatura o la música del país, en los museos y bibliotecas, en los centros culturales donde se presenta la música o el folclore, en los teatros, se realiza un proceso de conocimiento, discusión y disfrute del patrimonio cultural del país y del patrimonio cultural universal. Muchos de estos sitios, como las bibliotecas de Bogotá, se convierten en nuevos lugares cívicos de convocatoria y encuentro, donde se buscan la información y el conocimiento, donde se hace visible la solidaridad entre las generaciones, y donde se confrontan las visiones del hombre sobre si mismo y sobre los demás. 

3. Cultura y capacidad para el diálogo. 

 En la medida en que el desarrollo cultural es el desarrollo de herramientas simbólicas, de la capacidad de usar eficazmente la palabra y la imagen, la cultura da poder a los hombres para afirmarse y valorarse sin necesidad de recurrir a la violencia. Cuando existe la posibilidad de argumentar y razonar, la palabra puede reemplazar el recurso a los hechos. 

La herencia cultural, por su esencia misma, en la medida en que esté viva, mantiene el espíritu de tolerancia de las sociedades. Ante la diversidad de creaciones y de ideas que el hombre ha producido, la actitud natural es el respeto por el otro, la capacidad de vivir cotidianamente la diversidad y el pluralismo y de ejercitar la tolerancia con un sentido de autoestima que le permite crecer íntimamente, respetando a los demás y en medio del respeto de éstos. 

La reconstrucción de una sociedad capaz de dialogar, de discutir con seriedad las divergencias que existen siempre entre los hombres, de someter a una crítica profunda las concepciones que no comparte, de valorar el pluralismo y enorgullecerse por la diversidad y las diferencias, es una parte esencial del proceso para reconstruir las condiciones de la paz en Colombia. 

4. Cultura y desarrollo humano. 

El dominio amplio de los instrumentos de la cultura y el acceso a sus productos constituye un elemento esencial en el proceso de formación de los individuos. No basta que la escuela enseñe algunas competencias básicas para que los colombianos se conviertan en seres productivos y que contribuyan en forma eficaz al bienestar de todos. Es preciso que todos los colombianos adquieran la capacidad de manejar eficientemente su idioma, de utilizar con pericia sus habilidades manuales, de argumentar críticamente y de pensar el mundo con una actitud científica, de ser capaces de introducir, en la vida diaria, la creación artística, de disfrutar de todos los bienes culturales. Solo mediante una experiencia continua de acceso a la lectura, de ejercicio de la palabra y la argumentación, de conocimiento de los elementos del patrimonio cultural, artesanal y artístico de los colombianos, puede lograrse un verdadero desarrollo de todos. Su productividad en el trabajo, su capacidad de ordenar adecuadamente la vida y enfrentar sus conflictos, su ánimo para luchar por el desarrollo de todos, está influido, facilitado, coloreado por sus experiencias culturales integrales. 

Por ello, hay que buscar ante todo, con la política cultural, el desarrollo de las capacidades de los ciudadanos, más que subsidiar, para una élite relativamente estrecha, las formas más espectaculares y reconocidas de la cultura: porque la cultura no es un adorno para la vida, a la que puede renunciarse, como a la cereza del pastel, en momentos de crisis, sino la herramienta central en el desarrollo de la riqueza humana del país, de las personas, más urgente y necesaria mientras más difíciles sean los tiempos. 

4. Cultura y disfrute de la vida. 

 Todas las actividades del hombre están teñidas por la cultura. El disfrute de la comida regional, la alegría del baile, el placer de la música, el goce de la literatura o del cine, la emoción ante la belleza de la naturaleza, de una construcción o de una obra de arte, son formas de convertir las acciones naturales del hombre –el movimiento, la mirada, el trabajo, la alimención- en hechos culturales. Hacer más variadas y complejas estas experiencias, y permitir que todos los sectores y grupos del país, pero en forma especial los jóvenes, tengan acceso a un amplio abanico de experiencias culturales, contribuye a enriquecer la personalidad de los colombianos y también a impulsar formas de vida socialmente más valiosas. Es preciso llenar el ocio colombiano de creatividad cultural, para combatir las tendencias a hacer de la droga o el alcohol la forma esencial de placer de muchos grupos, sobre todo juveniles, y que desemboca con frecuencia en la violencia o la acción delictiva. Volver a llenar de cultura el tiempo libre de los jóvenes haría una gran contribución a la reducción de la violencia y la delincuencia juveniles. 

5. El impacto de la cultura. 

La cultura es, en un sentido inmediato, un bien final, cuyo disfrute, cuyo consumo, da sentido a la vida. Así como las personas logran satisfacciones profundas con el amor o la amistad, pueden obtener también placeres intensos a través de la música, la literatura o cualquiera de las artes, tanto en el papel de espectador como en el de practicante de ellas. Como bien final, no necesita justificación diferente a la de la calidad de los placeres que puede proporcionar a las personas. 

Sin embargo, como se ha esbozado arriba, la cultura es también un medio para desarrollar algunos otros aspectos de las capacidades humanas. Tres son los principales argumentos instrumentales para justificar una dedicación importante de esfuerzos, individuales y sociales, al desarrollo de la cultural:

1.      Las habilidades humanas que se ponen en ejercicio en el disfrute cultural son muy complejas y difíciles de analizar. Sin embargo, puede postularse, y algunos estudios lo confirman para aspectos parciales, que la familiaridad de los niños con la literatura y con el arte contribuye al desarrollo del conjunto de sus capacidades como personas. El dominio del lenguaje se consolida con la lectura de textos literarios, muchas habilidades manuales y motrices se refinan con el ejercicio del arte, y el conocimiento y disfrute de obras de arte consolida la capacidad de juicio estético e intelectual de las personas. Las personas que han aprendido a disfrutar de la literatura, del arte, de la belleza de la naturaleza, son personas mejores, en muchos sentidos, más ricas y complejas.

2.      En particular, el dominio complejo del idioma es elemento importante en el ejercicio laboral. Quienes leen y escriben bien, tienen herramientas mejores para el manejo de competencias laborales complejas: comprenden mejor la lógica de los procesos de trabajo, interpretan instrucciones complejas, evalúan críticamente alternativas, toman decisiones razonadas entre opciones inciertas, evalúan críticamente la información disponible, aprenden a distinguir entre los discursos retóricos y los argumentos científicos, y presentan en forma adecuada esa misma información. La mayoría de las funciones requeridas para el ejercicio de cargos de dirección supone un dominio sofisticado de la lectura, un dominio que vaya más allá de la simple comprensión de textos a la evaluación crítica de argumentos, intenciones, fundamentos de hecho.

3.       En sociedades con altos niveles de conflicto y tensión como la nuestra, la actividad cultural puede contribuir a la convivencia en diversas formas. Por una parte, constituye una de las formas más atractivas para el uso del tiempo libre de los jóvenes, y un uso del tiempo que puede ayudar a evitar conductas conflictivas o antisociales. Los jóvenes que se entusiasman con el arte encuentran una salida alternativa a sus conflictos y angustias, distinta a la barra semidelincuencial o a la fiesta extrema, con sus riesgos de alcohol o droga. Por otra, las personas con mayor desarrollo cultural tienden a resolver sus conflictos en forma más dialogada, utilizando la palabra antes de recurrir a los hechos. Por último, el desarrollo de una actividad cultural amplia refuerza los lazos de pertenencia de los ciudadanos a sus comunidades, tanto a las locales como a la nación misma o al mundo internacional de la cultura: la cultura nos hace más afines a nuestros vecinos, pero también a quienes comparten, en Europa o en otra parte, nuestros gustos y pasiones. (El deporte también crea lazos entre el espectador y su región o país, pero en forma simple, mediante una identificación apasionada con un equipo o una región, que sería fácilmente intercambiable)

4.      El arte y la cultura desarrollan la capacidad para establecer distancia con lo terrible de la vida, la violencia, el terror. El arte permite enfrentar, con la ficción o la pintura, realidades a veces siniestras. Permite que los niños y jóvenes que han vivido situaciones extremas busquen formas de superar su experiencia. Contribuye así a que exista un clima menos conflictivo al buscar solución a los problemas de una sociedad. 

6. La lógica de la acción estatal 

Los argumentos anteriores sustentan una visión de la política cultural del estado que pone el énfasis en el acceso amplio de la población a los bienes culturales, que da prioridad al público infantil y juvenil y que reconoce en la escuela, como lugar central de la formación del hombre, un escenario privilegiado de la actividad cultural. La capacidad de disfrute de los bienes culturales es el resultado de un proceso largo de formación: volverse lector, aficionado al cine o a la música, es el resultado de una formación que toma tiempo. Para tener públicos dispuestos a pagar por los bienes culturales, como consumidores o como ciudadanos que pagan impuestos, es preciso haber formado esos públicos, en la escuela y mediante una oferta cultural que poco a poco configura su propia demanda. Por ello, la función del estado, más que producir la cultura, es ante todo impulsar la formación de los individuos para la cultura, y facilitar, reduciendo trabas y regulaciones, la creación y difusión de bienes culturales. 

La creación cultural es ante asunto de la sociedad y de sus hombres, y la interferencia del Estado, así sea muchas veces bien intencionada, distorsiona la cultura y debilita su independencia. El apoyo financiero directo a la creación cultural o el subsidio a núcleos reducidos de aficionados debe reemplazarse gradualmente por una política de estímulos al compromiso privado y a la producción y distribución eficiente de bienes culturales, que se someten al juicio final de lectores, espectadores y aficionados.

Por ello, la acción directa del Estado debe concentrarse en las tareas básicas de apoyo al análisis y conservación del patrimonio cultural del país, el desarrollo de una infraestructura básica cultural, sobre todo de bibliotecas locales sostenidas con recursos municipales, y el impulso, en el sistema escolar, de las actividades de formación de niños y jóvenes en la lectura y la actividad estética. La Biblioteca Nacional, el Museo Nacional y el Instituto Colombiano de Antropología, así como el Archivo General de la Nación, constituyen los ejes de la acción patrimonial directa del gobierno.   

Los recursos para la cultura deberán provenir del presupuesto central del Estado; de los recursos de los entes territoriales (departamentos y municipios); de un sector privado que asuma, en un marco legal y tributario favorable, que estimule la formación de fundaciones y organizaciones civiles con funciones culturales, la conservación del patrimonio cultural de su propiedad y el apoyo a la creación cultural, y de un público dispuesto a pagar, como lo hace ya en cierta medida con libros y discos, por los bienes culturales que consume.

Jorge Orlando Melo
Leído en una reunión de empresarios.
Bogotá, marzo de 2003

 
 

 

 

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