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Las repúblicas bolivarianas: hacia las presidencias vitalicias
 
 

Desde hace muchos años, los gobiernos de Colombia y Venezuela han invocado a Simón Bolívar para justificar sus proyectos políticos. En Venezuela, las dictaduras de Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Eleázar López Contreras se hicieron a nombre del libertador, y la constitución actual dio a Venezuela el nombre de República Bolivariana y ordenó seguir los principios de Bolívar.

En Colombia el afán de aplicar el pensamiento de Bolívar ha sido menos común, pero hay algunos casos: en 1952 un documento oficial decía que “Cristo y Bolívar orientaban la grandeza colombiana”, bajo la guía de Laureano Gómez y Roberto Urdaneta Arbeláez, “dos egregios bolivarianos”. De 1953 a 1957 la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla se presentó como inspirada por Cristo y Bolívar.

En los años recientes, Bolívar ha sido reivindicado por las guerrillas colombianas, desde mediados de los años ochenta, y por el presidente Hugo Chávez, que encontraron en Bolívar los elementos de un ideario socialista y antiimperialista.

En realidad es difícil hallar  en los textos del libertador ideas que puedan constituir la base de una ideología socialista, y es al menos anacrónico interpretar su lucha por la independencia como antiimperialista. El Bolívar real, el de comienzos del siglo XIX, consideró en varios momentos de su vida que lo mejor que podían hacer las repúblicas recién liberadas era buscar la protección de Inglaterra, que podría defendernos a cambio de abrir nuestras tierras a su comercio y a la “industria británica”. Hace falta sacar las frases de su contexto, ignorar el momento histórico en que se produjeron, cambiar su sentido, para hacer de Bolívar un pensador democrático, socialista o antiimperialista.

Sin embargo, algunas de sus ideas parecen estar triunfando ahora en América Latina, sin invocarse ni mencionarse, y son las que tienen que ver con la organización del Estado. En este terreno Bolívar tuvo una gran coherencia, y defendió un pensamiento político ilustrado y vigoroso. Quería organizar repúblicas fundadas en la soberanía popular y no en el poder de los reyes, pero fuertes, centralistas y con un gobierno basado en el poder de los grupos ilustrados y de los dirigentes de la guerra de independencia. Para él, nada era más peligroso que el esfuerzo de algunos de sus conciudadanos por establecer repúblicas ideales, en las que rigieran la democracia absoluta, el liberalismo y el federalismo: “La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos adonde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas”, escribió en 1819, al proponer en Angustura una constitución que respondiera a las condiciones de nuestra sociedad, con una población sin preparación para la democracia.

Para lograr el orden y la estabilidad en un país en cuyo pueblo no se podía confiar, proponía un senado hereditario, formado ante todo por los militares de las guerras de independencia. Ese cuerpo “rechazaría las olas populares. Adicto al gobierno por el justo interés de su propia conservación, se opondría siempre a las invasiones que el pueblo intenta contra la jurisdicción y la autoridad de sus magistrados”. Las autoridades electivas serían escogidas por los ciudadanos “activos”, es decir aquellos con independencia económica e instrucción, para evitar la “licencia popular” y el “desacierto de las elecciones”. Un poderoso presidente sería elegido para largos períodos, y habría un poder moral para educar a los ciudadanos en la virtud.

Años después, en 1826, en la Constitución de Bolivia, añadió la propuesta de un presidente vitalicio, con derecho a escoger al vicepresidente, su sucesor. “Por esta providencia –decía Bolívar- se evitan las elecciones, que producen el grande azote de las repúblicas, la anarquía… y el peligro más inmediato y más terrible de los gobiernos populares”.

En los últimos veinte años varios países de América Latina cambiaron sus constituciones para permitir la reelección de presidentes con un gran apoyo de la opinión. Menem, Fujimori, Fernando Enrique Cardoso, Chávez y Uribe se beneficiaron de estas reformas. Hoy la mayoría de los países latinoamericanos está gobernada por presidentes repitentes, y solo cuatro prohíben totalmente la reelección. Donde está permitida, la tendencia es que gane el presidente en ejercicio, contra cuyos recursos económicos, políticos y mediáticos poco puede la oposición.

Y Colombia y Venezuela parecen los países más cercanos a cumplir al sueño bolivariano y a tener presidentes más o menos vitalicios.

Jorge Orlando Melo

14 de julio de 2008 

 
 

 

 

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Ultima actualización noviembre 2020
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