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200 años creyendo en lo mismo
 

En 1808, Diego Tanco publicó en el Semanario del Nuevo Reino un ensayo en el que proponía que se hicieran escuelas públicas para dar "educación pública, gratuita, igual, sabia" a todos los jóvenes. En 1810, José Ignacio de Pombo, comerciante y empresario de Cartagena, escribió que "las fábricas que nos hacen falta, las que son capaces de sacarnos de la actual miseria, las que remediarán todos nuestros males, y las que nos proporcionarán la industria que deseamos, son fábricas de sabiduría... escuelas de primeras letras en todos los pueblos, porque todo hombre libre necesita saber leer, escribir, y contar" para ser buen ciudadano y perfeccionarse en sus oficios.

Los dirigentes de la independencia creían que la educación era la base del progreso y la democracia y soñaban con que pronto todos los colombianos sabrían leer y escribir. Tanto que en 1821 pusieron como condición para votar saber leer y escribir, pero dieron 20 años de plazo para que todos tuvieran tiempo de educarse.

Realmente nos tomamos 200 años para que todos los niños vayan a la escuela. Pero, si los comparamos con los estudiantes de otros países, no aprenden mucho. Las pruebas internacionales muestran que nuestros niños están, en su dominio de la lectura, en los sitios más bajos. Ayer, el Icfes divulgó algunos análisis de las pruebas Saber, que muestran unos resultados estables en las evaluaciones de lenguaje. Otros exámenes, entre ellos algunos internacionales, indican también avances en la calidad de los estudiantes, pero todavía insuficientes.

A pesar de que este gobierno hizo el mayor esfuerzo por mejorar la calidad de la educación del último medio siglo, nuestro atraso sigue siendo inmenso en relación con la habilidad fundamental en la cultura moderna, desde el siglo XVIII: saber leer y escribir. No hemos descubierto todavía cómo hacer que los niños disfruten la lectura y se vuelvan lectores críticos, complejos, hábiles. Yo creo que la razón es simple: no usamos la lectura en la enseñanza. Y los niños no leen, porque no hay libros en sus casas ni en sus escuelas.
Hace ocho años, el Gobierno puso en marcha un proyecto que ha sido al mismo tiempo muy exitoso y muy frustrante: el Plan Nacional de Bibliotecas. Hoy, todos los municipios colombianos tienen una biblioteca decente. Pero desde que dejó el Ministerio de Cultura María Consuelo Araújo, el plan perdió algo del entusiasmo que necesitaba para seguir creciendo y, aunque se siguieron abriendo más y más bibliotecas, la magia original se desvaneció: las bibliotecas no se han actualizado, no se catalogaron los libros que tenían, ya nadie habla de las tertulias, de los amigos de las bibliotecas y de las mil maneras de hacer que los niños de las escuelas vayan a ellas.

Cuenta Affonso Romano de Sant'Anna, el gran poeta brasileño, que este año la escuela con mejores resultados académicos en Brasil fue una de los suburbios de Río, que no tiene muchos computadores, ni campo deportivo, ni edificio bonito. Dice la directora que probablemente es porque desde hace años todos los niños tienen que llevarse dos libros para leer en casa cada semana.

En Finlandia, que obtiene los niveles más altos del mundo en las pruebas de educación, la Ministra dice que tal vez es porque allá, desde los 3 años, todos los niños sacan el carné de biblioteca y se vuelven lectores habituales.

No sabemos -y no sé si los datos de las pruebas servirían para averiguarlo- si los niños que van a bibliotecas tienen mejores resultados en las pruebas Saber que los que no lo hacen; si a los niños del Tunal o Tintal o del Francés, en Tolú, les fue mejor este año que hace siete años. Yo creo que sí, y por eso respaldo la idea de Carmen Barvo en su columna de la semana pasada: dotar todas las escuelas del país con buenas bibliotecas. 

Jorge Orlando Melo
Publicado en El Tiempo, 5 de agosto de 2010

 

Respuesta de Ana Roda Fornaguera, Directora de la Biblioteca Nacional, a esta columna. El Tiempo, 9 de agosto de 2010.

El Plan de las Bibliotecas

El jueves pasado, Jorge Orlando Melo escribió una columna sobre la importancia de las bibliotecas para mejorar el nivel de la educación en el país, y hace este comentario: "Hace ocho años, el Gobierno puso en marcha un proyecto que ha sido al mismo tiempo muy exitoso y muy frustrante: el Plan Nacional de Bibliotecas. Hoy, todos los municipios colombianos tienen una biblioteca decente. Pero desde que dejó el Ministerio de Cultura María Consuelo Araújo, el plan perdió algo del entusiasmo que necesitaba para seguir creciendo y, aunque se siguieron abriendo más y más bibliotecas, la magia original se desvaneció: las bibliotecas no se han actualizado, no se catalogaron los libros que tenían, ya nadie habla de las tertulias, de los amigos de las bibliotecas y de las mil maneras de hacer que los niños de las escuelas vayan a ellas".

La mirada de Melo no es del todo justa con el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas. Cuando se hizo el primer diagnóstico, en el año 2002, se encontró que más de 300 municipios no tenían biblioteca de ningún tipo y otros tantos tenían bibliotecas abandonadas e inútiles. Entonces, se decidió apostarle a la cobertura. Esa es la meta que el Plan cumplió este año al dotar al 100 por ciento de los municipios del país. Ahora, como reconoce Melo que sucede con la educación, debe apostarle a la calidad. Y calidad en bibliotecas es actualización de colecciones y catalogación, pero es también bibliotecarios formados, promoción de lectura, nuevas tecnologías y participación ciudadana. Esto requiere coordinación, información y, desde luego, financiación para que sea sostenible.

En eso se ha venido trabajando. Además de la cobertura, se ha buscado fortalecer la estructura que permita la sostenibilidad y crecimiento del Plan. Hoy existe una red organizada de bibliotecas en todos los departamentos y un marco de política nacional establecido en la Ley 1379, de bibliotecas públicas. Un plan de esta magnitud e importancia para el desarrollo educativo y cultural del país, en el que se han invertido tantos recursos y esfuerzos, no puede depender del entusiasmo de una administración. Tiene que responder a una política seria a nivel nacional, arraigada y sostenida en lo local.

En todo lo demás se ha avanzado, aunque falte aún mucho por hacer. Se han fortalecido las colecciones de las bibliotecas dotadas en los primeros años; los bibliotecarios han recibido una capacitación básica, pero no suficiente, y por ello se están gestionando programas con el Sena y diplomados con tres universidades, que este año formarán a cien bibliotecarios; quedará también montado un sistema de indicadores que permita medir el desarrollo de la red bibliotecaria; las bibliotecas fuertes y despiertas, que las hay, tienen programas de promoción de lectura, tertulias literarias -este año dedicadas al Bicentenario, con una excelente colección del libros-, programación de cine, talleres de escritura, blogs participativos; se ha trabajado en cárceles y con comunidades rurales e indígenas en la creación de bibliotecas que se adapten a sus culturas y necesidades, y se han dado pasos importantes para construir alianzas para el desarrollo y apropiación de la tecnología digital.

Estoy de acuerdo en que para que toda esta maravilla se sostenga a largo plazo es necesario el entusiasmo de las administraciones, pero, sobre todo, una política para el desarrollo de una cultura en la que los libros, la lectura y el acceso a la información sean bienes valorados como esenciales por las comunidades y como derechos por el Estado. Esperamos que el esfuerzo por sacar adelante la Ley de Bibliotecas contribuya a ello. Esperamos que permita ejercer la vigilancia necesaria para que las bibliotecas no se cierren ni se despida a los buenos bibliotecarios.

La magia del Plan hoy se da en los municipios, resguardos, cárceles y pueblos. A las administraciones les corresponde la tarea, menos visible pero necesaria, de hacer que esa magia siga siendo posible.

 

 

 

 

Derechos Reservados de Autor. Jorge Orlando Melo. Bogotá, Colombia.
Ultima actualización noviembre 2020
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