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Bienvenido Wikileaks |
Las filtraciónes de Wikileaks son al mismo tiempo novedosas y rutinarias. En los Estados Unidos, más convencidos que en Colombia de que las democracias no van bien con el poder de los funcionarios de esconder lo que hacen, los documentos secretos, incluso militares, se vuelven de libre acceso a más tardar a los 25 años, a menos que por razones justificadas, uno a uno, se alargue el plazo de reserva. La revisión para esto es engorrosa y difícil. En 2006, por ejemplo, ante la incapacidad de revisar los documentos que debían esconderse, varios centenares de millones se hicieron públicos de golpe, muchos de la CIA o el FBI. Hace años la CIA trató de impedir la consulta de documentos ya publicados en la serie Relaciones Externas de los Estados Unidos( Foreign Relations of the United States-FRUS): los Archivos Nacionales y el Departamento de Estado se opusieron a lo que llamaban un esfuerzo por volver a meter la crema de dientes en el tubo Uno puede revisar todos los cables que mandaron de 1824 a 1906 los embajadores en Bogotá al Departamento de Estado, los de la Embajada de Colombia en Washington al gobierno de los Estados Unidos, los del Departamento de Estado a sus embajadores y al gobierno colombiano, los del gobierno colombiano a la embajada norteamericana. Cerca de medio millón de páginas, en las que hay sorpresas más grandes que las que han aparecido en Wiki hasta ahora –aunque no sabemos qué reserve el futuro-:algunas podrían considerarse actos de traición a la patria. Lo nuevo es que se revelen los documentos tan pronto. Muchos, como dicen las notas que los acompañan, se podrían ver en 2017 o 2018. La filtración anticipó su revelación: dentro de 10 años los interesados serían historiadores (si acaso) pero no periodistas. Y lo que revelan no es sensacional. Muestran el profesionalismo de la embajada gringa. Hasta el embajador anterior, que se escondía bajo una máscara de ingenuidad pintoresca, resulta prudente, resiste las presiones colombianas para dar información sobre países vecinos, nunca se deja meter el dedo en la boca. Los mensajes son inteligentes, sin errores obvios. Los funcionarios buscan información útil, en forma abierta, decente y sin ilegalidades: no hay indicio de teléfonos chuzados o sobornos a empleados públicos. ¿Y quién no preguntaría si Cristina o Chávez están locos? Nada de lo que dicen es escandaloso. Por supuesto, el Departamento de Estado no es el canal para ciertos temas: no tenemos los cables sobre la lista Clinton, o el elenco de los que, junto con Chiquita Banana, sostuvieron a la Convivir Papagayo, (lista que la fiscalía encontró en un computador pero no le interesaba soltar). Los colombianos casi nunca quedan mal: el general Naranjo expresa con cautela una vaga sospecha que seguramente tenían otros funcionarios. Un general del ejército, un viceministro, dicen cosas sensatas sobre los falsos positivos. Quedan bien como personas, aunque probablemente algunos cuestionen su lealtad. Es bueno que la sociedad luche contra los intentos gubernamentales de actuar a escondidas, engañando los ciudadanos. Hay contradicciones obvias entre lo que se decía al país y a la Embajada, por ejemplo sobre las bases militares, y esto es bueno saberlo. Los funcionarios serán más precavidos al negociar y hablar con la Embajada, lo que tampoco daña a nadie. Jorge Orlando Melo
[1] Estos documentos pueden consultarse libremente, desde hace más de 10 años, en la Luis Ángel Arango. |
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Derechos Reservados de Autor.
Jorge Orlando Melo. Bogotá, Colombia.
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