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Las ilusiones perdidas |
Colombia ha contribuido poco al desarrollo de la ciencia o la tecnología. Con algo de esfuerzo podrían identificarse unos casos notables: la válvula de Hakim, el güinche* algunos elementos del marcapasos, el café resistente a la roya. Esto es así porque el sector productivo prefiere usar tecnología importada, cuando está ensayada y no hay que asumir los costos y riesgos de la investigación. Nuestros empresarios creen que es más barato esperar a que en otras partes mejoren la tecnología, diseñen los aparatos, descubran las drogas que curarán nuestras enfermedades. Por otra parte, las universidades, hasta hace unos cincuenta años, formaban sólo profesionales, que aprendían a aplicar procedimientos desarrollados en otras partes. Desde mediados de los sesenta, sin embargo, han intentado, con ayuda del Estado, que creó en 1968 a Colciencias, convertir la investigación en parte esencial de su trabajo. Hay resultados: más profesores de tiempo completo, programas de formación de científicos y apoyo financiero para los proyectos de investigación. No obstante, si se compara a Colombia con otros países de desarrollo similar, seguimos siendo muy débiles: la parte del PIB que se gasta en investigación y desarrollo es mínima, la investigación casi no produce resultados, hay pocos inventos y descubrimientos que valga la pena registrar. Como el sueño de una justicia eficaz o la reforma de la educación superior, la esperanza de que la investigación sea una de las locomotoras del desarrollo habrá que meterla al escaparate de las ilusiones perdidas. Jorge Orlando Melo *. Manuel Antonio Jaramillo, en su novela Mercedes, publicada en Medellín en 1907, dedica un capítulo a "La historia del güinche" y la atribuye a don Jerónimo Jaramillo. El padre de Mercedes le explica a ésta lo siguiente: "Suponéte que para empradizar era con palos; no había herramienta; hasta que un día, don Jerónimo Jaramillo, que era muy curioso y sabía de todo, se puso, como vos ahora, a ver trabajar unos peones que tenía en La Ramada, y a un rato se fue a la casa y trajo un cuchillo pequeño, lo hizo amarrar de un palo de los que servían para empradizar, y observó que si el cuchillo tuviera dos filos, aprovecharía el peón el golpe de ida y de venida; y como reparó también que la punta se clavaba muchas veces en la sabana, se fue a la fragua, porque también sabía de eso, y se puso a hacer un cuchillo con ojo de calabazo, con punta hacia arriba y con filo a lado y lado, y ya me tenés el güinche, que es de tanto alivio. Después, Jesús, que estaba chiquito, hijo de don Jerónimo, llamó güinche el instrumento este, y así se quedó llamado". Creo que valdría la pena intentar evaluar el gran impacto que tuvo sobre la economía de la colonización antioqueña esta herramienta, que multiplicó por un factor elevado, como lo vió Jaramillo, la eficacia de los colonos en su esfuerzo por convertir helechales en tierras agrícolas o ganaderas. |
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Derechos Reservados de Autor.
Jorge Orlando Melo. Bogotá, Colombia.
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