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La dorada medianía |
Es cierto que nos destacamos en una o dos cosas. En medio siglo nos convertimos en una de las sociedades más violentas del mundo; entre 1998 y el 2002 quizás la más violenta. Y la corrupción, la ineficiencia y la capacidad de no lograr nada de muchos sectores de la burocracia, ayudados por el computador y toda clase de mecanismos para mejorar la calidad, alcanzaron niveles inesperados; sin embargo, muchas áreas del Estado han sido ordenadas y eficientes. Si uno lee y oye a escritores, periodistas y políticos, más que un país mediano, ve dos Colombias totalmente distintas. Para unos, somos ejemplo de democracia y progreso, un país envidiable, con un Estado eficiente y moderno, una justicia heroica e imparcial, empresarios creativos, una burocracia dedicada, políticos que piensan solo en el bienestar de sus conciudadanos, una población activa e inteligente. Para otros, Colombia está en manos de una oligarquía explotadora y corrupta y unos políticos aliados con el narcotráfico o los paramilitares, con un Estado al servicio de los ricos, con una población que se deja engañar periódicamente o vende su voto para votar por los que la van a oprimir. Ambos tienden, además, a pensar que la culpa de que las cosas anden mal es de los que ven distinto el mundo: los pesimistas creen que nada mejora porque los optimistas nos convencen de que vivimos entre ríos de leche y miel y no dejan ver los males que hay que remediar. Y los que creen que todo está bien están convencidos de que las cosas van mal es porque los otros, con su imagen negativa, nos deprimen y nos quitan el entusiasmo, o pintan una situación tan trágica que no deja nada que hacer. Esta contraposición hace difícil reconocer que el país, al mismo tiempo, avanza y retrocede, progresa y se estanca, triunfa en algunas cosas y fracasa en otras, es una mezcla compleja de aspectos positivos y negativos. Y se extiende a las demás discusiones: lo que proponen los políticos o el Estado nos dará la felicidad o nos llevará al desastre. Los tratados de libre comercio se anuncian como la panacea que traerá la riqueza y el bienestar o se critican como responsables de todos los males, el acuerdo de paz nos permitirá crear la sociedad igualitaria y democrática o nos hundirá en el caos y la violencia. Nos cuesta trabajo ver los matices, reconocer que la vida es confusa y la política tiene resultados inciertos. Pero, si queremos mejorar, poco a poco pero yendo en la dirección correcta, hay que aprender que reconocer que algunas cosas van bien no quiere decir ignorar lo que está mal, o que ver que muchas cosas van mal no nos condena al fracaso, que aceptar la razón de los demás no nos deja sin razones. Jorge Orlando Melo |
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Derechos Reservados de Autor.
Jorge Orlando Melo. Bogotá, Colombia.
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